Elogio del absurdo

Claudio Malo González

“Dicho o hecho irracional, arbitrario, disparatado” es una de las acepciones de absurdo. Para bien o para mal somos animales racionales y el ordenamiento de la conducta acorde con sus lineamientos da sentido a nuestras vidas. Con el auge de la ciencia y la tecnología en el siglo XVIII se habló de “la diosa razón”. Por ser limitados, a veces actuamos contra esta “diosa”, lo que merece rechazo y reprobación. Por lo menos teóricamente todos desaprueban y censuran el absurdo.

La vida humana es acción y en nuestro comportamiento a veces cometemos absurdos que por lógica los reconocemos y tratamos de corregirlos, pero hay casos en los que se elogian y envidian. Para satisfacer nuestras necesidades necesitamos recursos materiales que los medimos en monedas y los denominamos riqueza. Es normal que su cantidad sea diferente y unos tengan más que otros, pero que haya personas cuya meta es acumularla en forma gigantesca, aunque muchos otros vivan en extrema pobreza, es un absurdo.

La razón de ser de la riqueza es disfrutarla de diversas maneras, incluyendo necesidades secundarias que denominamos lujos. Una forma constructiva de su disfrute es compartirla mediante obras. Pero acumularla por acumularla, sin que sea posible disfrutar de su cantidad, carece de sentido y hay casos en los que eso ocurre, lo que es un absurdo. En nuestra cultura, una de las deformaciones es considerar que la meta de la vida es acumular riqueza indefinidamente, al margen de las necesidades, lo que implica un elogio al absurdo. La historia de la estupidez humana está compuesta por el culto al absurdo manifestado de diversas maneras. De pronto, si no se dieran estas deformaciones, no tendríamos una idea clara de la sensatez. (O)