Política y populismo

La muy antigua frase de Aristóteles “El hombre es un animal político” ni de lejos ha perdido vigencia. A gusto o disgusto tenemos que vivir en sociedad cuya organización requiere personas con autoridad y poder para organizarla debidamente y gobernarla. Imposible pensar en un entorno humano sin gobernantes y gobernados. La política, en cuanto sistema de ideas, pretende analizar este fenómeno y buscar cuál debe ser la forma más adecuada para que un Estado cumpla con eficiencia su propósito fundamental: el bien común lo, que ha dado lugar de diversos planteamientos que parten de ideas ya que, somos diferentes y tenemos libertad de hacer y expresar ideas en múltiples situaciones superando los dogmatismos que anulan la razón

Más allá de pensar en la vida humana es imprescindible actuar, lo que implica trasladar a la realidad las ideas. Superados los absolutismos, la democracia considera que el poder está en el pueblo, que legitima la autoridad mediante elecciones que implican el predominio de una mayoría frente ante diversos `proyectos de los candidatos. En principio este proceso implica una decisión sobre sistemas de ideas presentados y con una visión pragmática las condiciones de los candidatos para ejercer el poder con eficiencia ya que gobernar implica capacidad para tomar medidas que parten de ideas.

En teoría la política es una actividad noble. Quienes buscan el poder renuncian a múltiples aspiraciones individuales para proyectar su capacidad y energía al bienestar colectivo. Pero en la práctica, es posible que algunos busquen el poder por el simple afán de ejercerlo y aprovecharse de él para fines personales. Más que el bienestar colectivo hay una forma perversa de ejercer la política: el populismo que recurre a estrategias inmediatistas para ofrecer gestiones y obras sin que se cuente con los recursos y los medios para realizarlas. Es una deformación que, con más frecuencia de lo deseado, favorece a los que buscan el poder con fines negativos.