Entrevistadores estrellas

Edgar Pesántez Torres

OPINIÓN|

En esta crisis `coronavírica´ que nos flagela, se han mostrado dos movimientos con ambiciones de protagonismo. Uno, político, con líderes o  mejor dicho con cabecillas –líder tiene connotaciones de honor –, que ven todo nocivo en los gobernantes y apuntan a que la solución sea que pague el rico. De otro lado, el periodismo con estrellas, que desde cualquier púlpito agravian a las autoridades y a los políticos, con igual pretensión.

Los que adquirieron el título de periodistas en acreditadas universidades, conocen los límites de la libertad de prensa, de la ética y de la deontología, además de su moral personal. Saben tratar los géneros informativo, interpretativo y de opinión con seriedad y ecuanimidad. Saben que las variedades, entre ellas la entrevista, llevan un mensaje de influencia a la conducta, persuadiendo implícita o explícitamente. Pero hay que diferenciar la persuasión de la manipulación: si la primera cumple una función plausible de sugestionar al público  para vencer la corrupción o diezmar al Covid-19, por ejemplo; la manipulación es temeraria, que sufraga a favor de intereses los personales o de grupo, ordinariamente políticos o económicos. En la política y en el periodismo, deplorablemente prima la manipulación.

Como en muchas otras actividades nobles, v.gr. la medicina, pululan los `curanderos´ que usurpan la función de los médicos y atentan a la vida; en el periodismo, los fraudulentos con el remoquete de `presentadores´ se arrogan el oficio de periodista y desde esta posición satisfacen sus intereses o el de sus patrocinadores. En el mejor de los casos, los  intrusos hacen periodismo ideológico, sin miramientos a la dignidad ajena.

Pruebas al canto: uno en CNN y otro de Canal Uno, maltratan cual capataces a sus entrevistados, so pretexto de defender la injusticia y la muerte. Otro, desde Canal Rusia Today, descarga su odio a sus adversarios y antiguos comensales. ¿Quién de ellos tiene título de periodista? Ninguno.

Su mayor afán es mostrarse como los más calificados. Se los ha oído decir que trabajan con objetividad y veracidad, sin advertir que todo acontecimiento, idea o sentimiento es polisémico; entonces: si la realidad es irreproducible y la objetividad un mito, todo es subjetivo. Y si todo es subjetivo, la honestidad debe adornar esta cualidad.

Entre el desenfreno del apedreador y la cobardía del neutral en la dialéctica que tejen las noticias, está el fiel compromiso con la justicia y la aproximación a la verdad. ¡Quédense los gritos para los envanecidos que no saben valorar los hechos o las cosas en su justa medida! (O)