El semáforo amarillo le devuelve algo de vida al Centro Histórico de Cuenca

La Gran Colombia es una de las calles con alto tráfico y presencia de personas. El Mercurio

Jackeline Beltrán 

En la primera semana de Cuenca “en amarillo”, todavía hay muchas puertas cerradas en el Centro Histórico, el corazón comercial de la ciudad. Pero la mayoría de comerciantes decidió volver. También el tráfico y el tranvía, aunque no hay buses. Además, ahora hay círculos blancos en las aceras, filas de gente en ciertas cuadras, muchos vendedores de mascarillas y negocios que empiezan a reinventarse para sobrevivir.

En este periodo que a las autoridades les da por llamar “nueva normalidad”, hay matices: personas que caminan con trajes que apenas dejan ver los ojos y la nariz o camiones que echan desinfectante en grandes cantidades en las calles. Pero también hay quienes llevan la mascarilla en el cuello y se acercan mucho sin inmutarse.

En la Plaza de las Flores, todavía vacía, la mañana del miércoles se vio un contraste de estas dos realidades: en una de las bancas hay tres mujeres con la mascarilla debajo de la boca y sentadas muy juntas. Una de ellas es comerciante de un mercado. Dice que sí sabe usarla, pero se tomó unos minutos para descansar. Unos metros más allá, una fila ordenada se forma para comprar agua de pítimas. En la pared, hay tres letreros que repiten insistentemente: “Conserve su distancia”.

Un espacio en el que a los cuencanos les ha costado mantener la distancia es el tranvía, que inició su etapa de formación ciudadana el lunes. La capacidad permitida es del 30%, pero en horas pico hay aglomeraciones. Una de las razones de eso es la falta de transporte público en la ciudad, pese a que este servicio sí está autorizado cuando una ciudad está “en amarillo”.

El controlador a cargo de esa parada, Felipe Guzmán, explica que a veces los usuarios se molestan cuando les piden que cumplan las medidas establecidas, como guardar distancia, pero tienen que insistirles. Dice que hay dos puntos críticos, en donde más gente intenta subir: la Feria Libre y la avenida México. Así como ciertas horas: el medio día o las noches.

La corresponsabilidad es uno de los retos más importantes en esta fase de la pandemia, recuerda la directora del Consejo de Salud de Cuenca, Miriam Silva. Por esa razón, la institución está enfocada en la prevención de la salud. Asegura que tienen una campaña para enseñarle a la gente a usar adecuadamente las mascarillas y a lavarse las manos como se debe.

En los recorridos efectuados para esta crónica, se constató que la gran mayoría de las personas que se moviliza por el centro usa mascarilla. Lo más difícil es mantener la distancia.

«La corresponsabilidad es clave en esta fase de la pandemia», Miriam Silva, directora del Consejo de Salud de Cuenca.

Reactivación comercial

En estos días de semáforo amarillo, en Cuenca hay ilusión y esperanza. Jorge Mejía recibe con una sonrisa optimista a los clientes del tradicional almacén Luis Rodríguez, ubicado en la esquina de la Sucre y General Torres. Pero para llegar hasta él, hay que dejarse tomar la temperatura, ponerse alcohol en las manos y esperar tras una cuerda que marca físicamente la distancia.

“Estamos con ánimo, la gente viene, pregunta, compra algunas cosas”, cuenta Mejía mientras baña en alcohol un billete de cinco dólares que un cliente le dio. Aquí no se ahorran las medidas de seguridad: los trabajadores se lavan las manos cada 45 minutos y llevan su propia comida para evitar el contacto fuera del local. “Cuidarnos. Esa es la condición que hay cumplir para no retroceder del amarillo”, sostiene.

Jorge Mejía le echa mucho alcohol antiséptico a los billetes y las monedas que le dan los clientes. JBA

Pero también hay angustia y necesidad. Afuera de la iglesia de San Francisco hay un grupo de migrantes venezolanos a la espera de la ayuda que les dan en el lugar. La pandemia agarró a muchos de ellos en el intento de empezar una nueva vida en esta ciudad. Sin trabajo y algunos sin un lugar donde vivir, dependen de la asistencia social.

A unos metros, aprovechando la sombra de un árbol, están los obreros que acostumbraban a llegar a la plaza San Francisco. Cuentan que están ahí desde las 6:00 y se lamentan porque el trabajo para ellos todavía no llega. “Ya no tenemos qué poner en la olla y nos toca salir a ver si alguien nos lleva”, dice uno de los trabajadores.

“Cuidarnos. Esa es la condición que hay cumplir para no retroceder del amarillo” – Jorge Mejía, almacén Luis Rodríguez.

Cruzando la calle, la plaza San Francisco está muy vacía. Solo una parte de las casetas del lugar tiene permiso para abrir, porque se turnan, pero casi nadie pregunta por los ponchos, las chalinas y las otras prendas que se ofrecen ahí.

Diego Ramos tiene un local ahí, donde vende tejidos artesanales y trajes típicos. Desde el lunes, con su traje antifluido y un protector facial, espera que los clientes lleguen. La expresión de su rostro refleja una gran preocupación: “Esto se movía más por el turismo, ahora quién va a comprarnos”, pregunta. Está consciente de que los productos de su negocio no son urgentes ahora, por eso vende mascarillas artesanales, protectores como el que usa y bufs.

Diego Ramos espera tras un mostrador que se reactive la venta de prendas de vestir, hasta entonces ofrece protectores faciales y otros insumos apropiados para la pandemia. JBA

La idea de Ramos es la misma que tuvieron muchos otros comerciantes que vivían de actividades que hoy no tienen salida. En la calle Sucre, por ejemplo, hay bazares y almacenes de piñatas que ofrecen mascarillas y trajes antifluídos. En uno de ellos incluso hay un puesto de frutas y verduras. En la calle Tarqui, en la puerta de una imprenta, hay un puesto de huevos. Y en los almacenes de ropa, los maniquís ahora visten mascarillas con diseños para atraer a los clientes.

En las calles del centro de Cuenca hay también letreros de “Se arrienda” –de la gente a la que le tocó dejar el lugar que alojaba su negocio-, comerciantes que esperan horas tras el mostrador con una botella de alcohol antiséptico en la mesa. A  la calle Lamar volvió la música de los almacenes de ropa y calzado que abundan en el lugar. Y más abajo, en la Nueve de Octubre, el desorden que nunca se fue.

Un ambiente diferente

Pero todavía hay muchos vacíos. El único ajetreo que hay en el Parque Calderón en estos días es el de los manifestantes que protestan en contra del Gobierno. En el edificio de la Gobernación hay una decena de policías. Pero no han vuelto los heladeros ni los fotógrafos del parque, tampoco las vendedoras de espumillas y los comerciantes de artículos religiosos afuera de la Catedral. Empezaron a salir los limpiadores de zapatos, pero no llegan los oficinistas que les daban trabajo. Casi no hay vendedores de periódicos, los más recordados hace más de 60 días que no salen de casa.

El amarillo del semáforo epidemiológico le ha devuelto al centro de Cuenca algo de vida. Que tiene también un ambiente enrarecido. Hay preocupación por el contagio, como en quienes caminan en los días de calor con enterizos o incluso con abrigos, en un intento de mantener al virus alejado del cuerpo. También hay una sensación de relajamiento, como ese par de jóvenes que andan sin mascarilla en bicicleta -un vehículo que también da sensación de libertad-. (I)