Pandemia del miedo irracional

Karina López Pino

El miedo edifica su poder contra nosotros y nos entrega a la esclavitud del temor. La mayor parte de la población, en estos seis meses del 2020, los ha vivido sin poder dormir, trabajar, sin su derecho a recrearse y con ese profundo temor a una muerte anunciada.

Bajo este contexto muchos ya no saben que es dormir y se han enfermado psicológicamente al punto de inmutarse y esperar a que el Gobierno lidere la situación por completo; olvidando reflexionar que cuando el miedo se agiganta el razonamiento se evapora. No podemos permitir que esos miedos profundos se conviertan en esa curva del camino que interrumpe llegar a la meta. 

La humanidad esta luchando contra un enemigo invisible que no hace más que separar a las familias, a los estudiantes de sus maestros, a los clientes de sus vendedores, a los abuelos de sus hijos y nietas, a los creyentes de sus iglesias, etcétera. 

Con la llegada del coronavirus se ha creado un ambiente que no es más que la mezcla perfecta entre dictadura solapada e infección. El temor vende y pone dinero en los bolsillos del sistema, de los gobiernos; en Ecuador las pruebas del COVID 19 y las fundas para guardar a los muertos cayeron como anillo al dedo para robar descaradamente. No tuvieron pena de que el pueblo está golpeado por el desempleo, el hambre y el miedo a enfermar.  

Definitivamente la población ya no solo lucha con el miedo a morir sino a las consecuencias del desempleo, a la triste realidad de matrimonios disueltos, a mayor número de femicidios, robos, suicidios y asesinatos a sangre fría. 

El miedo nos encadena al punto de perturbarnos y obligarnos a renunciar a nuestros derechos (salud, educación, recreación, seguridad, etcétera). Tememos tanto a un virus que no somos capaces de exigir un alto a los disparates del Gobierno y pareciera que nos acostumbramos a la presencia impositiva y descarda de la corrupción.  

Nadie lo soñó, pero lo estamos viviendo…En países del norte se ordenó abrir los centros comerciales, clínicas de aborto y nigth clubs, pero se limitó el número de asistentes a las congregaciones religiosas porque alabar a Dios podría acelerar el contagio. ¡Que locura!