Mil cuencanos recuperados del COVID

Vencer a la enfermedad no ha sido fácil para los pacientes que se enfrentan a la pandemia en el Azuay.

En la sala de emergencias del hospital Vicente Corral Moscoso a diario se recuperan pacientes COVID. PSR

Estar en la primera línea de combate dispuesto a enfrentarse a diario con el virus y protegido con insumos especiales, no impidió que Juan Romero, médico del hospital regional, contraiga COVID. Él es uno de los 1.080 recuperados de la pandemia en Cuenca.

De acuerdo con las cifras del Ministerio de Salud Pública (MSP), hasta ayer un total de 1.080 pacientes lograron vencer la enfermedad en Cuenca.

Los datos entregados por la Coordinación Zonal 6 de Salud indican que 185 de ellos estuvieron internados o pasaron por el área de pacientes críticos de los hospitales públicos de la ciudad.

En el hospital José Carrasco Arteaga, del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) se recuperaron 91 pacientes.

En el hospital regional Vicente Corral Moscoso, en tanto, lograron salir de emergencias sanos y salvos 94 pacientes, esto según los registros oficiales.

Varios de los últimos pacientes dados de alta fueron tratados por el médico Romero, especializado en emergencias y con la experiencia de haber sufrido en carne propia la enfermedad.

Romero enfermó durante la fase más crítica de la pandemia, a finales de abril, y presume que contrajo el virus por el contacto permanente con pacientes críticos.

“Uno está en una fase de medicina de guerra donde se arriesga vida por vida” comenta el médico del hospital regional.

El médico Juan Romero volvió a las salas de emergencias tras superar el coronavirus. XCA

Y es que en ocasiones, por la naturaleza misma de las emergencias, se desprendía de parte de sus equipos de protección para poder maniobrar y colocar el respirador a pacientes que tenían la muerte sobre sus espaldas.

Tras dar positivo en una de las pruebas de control estuvo 15 días aislado en su casa con fiebre, dificultad para percibir olores y sabores, problemas de respiración y la angustia de saber que contrajo una enfermedad que puede ser mortal.

Mientras estuvo en el encierro se instruyó sobre la pandemia, aprovechó el tiempo para mejorar sus conocimientos y tan pronto como dio negativo volvió a la primera línea de combate, con más ánimos, con mayor preparación y con la intención firme de seguir dando guerra al COVID.

Fe

Hay quienes vivieron el virus a través de sus seres queridos, como por ejemplo Martha, quien pasó noches de angustia en el hospital junto a su hijo, un niño de 6 años quien sobrevivió a la enfermedad.

“Empezó con dolor de garganta una mañana, después le dio fiebre y le afectó al estómago, cuando le hicieron la prueba y dio positivo para coronavirus fue terrible” comenta.

Ella es madre soltera y prefiere no dar su apellido porque no quiere que la vinculen con su hijo y esto genere rechazo en su escuela o en otros espacios públicos.

Su hijo estuvo internado 2 días, 1 de ellos con respirador, pero su fuerza le ayudó a salir victorioso de la enfermedad. “Fue la fe que pusimos todos para que se recupere lo que le curó” asegura su mamá.

Distancia

Desde lejos, Jorge Pérez, cuencano que vive en Connecticut desde hace varios años, tuvo que enfrentar al mortal virus a través de una cuarentena que para él duró 30 días y la pasó en el sótano de su casa, aislado de todo.

La ansiedad fue su peor enemigo y luego de 3 semanas de encierro, su estado anímico hizo que empiece a faltar el aire, le provocó insomnio, dolores musculares y depresión.

“Fue duro pero nunca bajé la guardia, siempre me mantuve luchando contra la enfermedad” comenta Pérez.

El paciente cuencano sostiene que el virus no se va sin dejar rezagos, y familiares suyos han sufrido estragos.

Jorge Pérez y su familia en Estados Unidos luego de superar los efectos de la pandemia. Cortesía

“Tengo familiares que se contagiaron y quedaron mal de los pulmones, a mí me quedaron alergias que antes no tenía y el encierro me llevó a pedir ayuda a un psicólogo para enfrentar la ansiedad. A todos nos quedan rezagos” afirma.

Y es que el COVID no es un juego, quienes pasaron por la enfermedad saben de la angustia, el dolor y los estragos de estar cerca de la muerte y la dicha de salir con vida a través de su fuerza y su fe. (JMM) (I)