Las Leyes Nuevas

Andrés F. Ugalde Vázquez @andresugaldev

OPINIÓN|

Su figura se inscribe en el tiempo de horda de verdugos y fanáticos que cruzaron el Atlántico durante la mal llamada Conquista de América. Pero no era igual a ellos. Era, por decirlo así, ajeno a su tiempo. Y lo era porque en plena época de la brutalidad y el genocidio, de la esclavitud y el despojo, levantó su voz para abogar por la paz y la razón.

Bartolomé de las Casas, aquel que la historia recuerda como el protector universal de los pueblos indígenas, llegaría a América a ocupar su posición de terrateniente y encomendero con centeneras de indios (según la acepción propia de su época) puestos a su servicio en condición de esclavitud. Sin embargo, renunciaría públicamente a sus riquezas y, formado en derecho por la antigua Universidad de Salamanca, sería una de las primeras plumas que tomo la causa de los derechos de los aborígenes.

Seria él quien en 1518 llevaría ante el Consejo de Castilla la idea de que la colonización debía ser ejercida sin derramar sangre. Y sería por esto perseguido, encarcelado y desterrado. Sin embargo lograría sembrar la semilla y pronto la Escuela de Salamanca sacaría a la luz las “Leyes Nuevas”, prohibiendo la esclavitud de los aborígenes.

Y cuanto nos gustaría acabar este relato diciendo que su voz logró cambiar las cosas, pero mentiríamos. Porque la verdad es que su mensaje fue apagado por el torbellino de sangre que trajeron consigo la cruz y la espada castellanas. Y tendrían que pasar casi cinco siglos desde su partida para que los pueblos de la América irredenta volvieran a tener voz y poder sobre sus destinos. Esa partida que ocurriría un día como hoy, 15 de julio de 1566.

Que sirva su memoria, en esta época donde las grandes potencias vuelven a invocar el racismo para cerrar sus fronteras, para recordar cuán importante es mirar más allá de la raza, el credo, el género o la ideología. Hoy más que nunca… (O)