La música

Josefina Cordero Espinosa

OPINIÓN|

“Tú sola música inmortal no pasas,

Tú eres el alma profunda”, (Romain Rolland).

 Los seres y las cosas son la expresión musical de la naturaleza, el viento que se aloja en lo más profundo de las quebradas se eleva y canta en los trigales maduros, en las hojas de los árboles; hay melodía en el rumor de alas del vuelo de las aves, en el galopar de los caballos en las praderas, en el correr de los ríos encajonados hasta desembocar en los mares, volverse olas y golpear las ensenadas; hay ritmo en el aullar de los perros y en el silbido de las lechuzas al presentir la muerte, en el cantar de las ballenas que se aparean, en el vahído de los humanos al nacer y en la exhalación de su último suspiro.

La música, organizada con sonidos y silencios se manifiesta en todos los sentires humanos: la ternura de las canciones de cuna, los himnos que recogen la historia y el heroísmo de los pueblos, las sinfonías elevan experiencias humanas; las marchas acompañan las nupcias de los que aman, el afán de los conquistadores, el ánimo de los guerreros y el desfile fúnebre hacia la tumba.

La alegría del paisaje, la algarabía de las cosechas, las penas y regocijos, resumen su sonoridad espiritual en el silencio que se ahonda y se lleva muy adentro. (O)