Armando Rojas Guardia, adiós

// Rincón de Cultura Jorge Dávila Vázquez

OPINIÓN|

Vino de su Venezuela, en 2017, invitado al V Festival de la Lira, organizado por el Banco del Austro. Tenía una conversación sabia, rica y cálida, tanto como su poesía. Nos encantó escucharle.

Cuando se enteró que Rubén Ackerman había ganado la mención de honor, se emocionó mucho. A su vez, al llegar al aeropuerto el gran poeta venezolano, lo primero que preguntó fue por Armando, que solo le llevaba 5 años, pero a quien consideraba maestro, en su tardía, pero profunda y brillante carrera lírica, nutrida por los Talleres que organizaba el escritor. Su encuentro en el hotel fue de fraterna intensidad.

El último día del Festival, el Banco organizó una comida en el Hotel Inca Real. Ackermán se puso mal y Armando se convirtió en un manojo de nervios. Recuerdo que Juan Eljuri Antón, preocupado por lo que estaba ocurriendo, me dijo: “Oye este poeta se nos va a morir si sigue fumando así. Le he visto salir 6 veces a la calle a encender un cigarrillo.”

La muerte de Ackerman, pocas horas después, lo devastó.

En el discurso de clausura rendí homenaje al poeta difunto. Al terminar, vino a abrazarme, como decíamos antes, “hecho un mar de lágrimas”.

Así de emotivo, cordial, gran amigo era Armando, que el 9 de este mes se fue de este mundo, a esas otras esferas, que, a veces, añoraba en su obra.

En 2018, el Departamento de Cultura del Municipio le editó su poesía completa -antes había editado en dos ocasiones, lo que, seguramente, era tal hasta el momento-, bajo el título de El esplendor y la espera.

Josu Landa, otro gran poeta que nos honró en 2017, dice sobre el libro que acabo de mencionar: “Tienes motivos para estar contento, por ese acto de generosidad de nuestros amigos cuencanos…y por ese gran tributo a la historia de la poesía y de la edición. Los ecuatorianos te hicieron justicia”.

Armando escribía incansablemente, y había publicado varios de sus libros, pero parece que Venezuela no era muy grata con el inmenso nombre de su lírica y su ensayo, que editó también, en España, una novela: El deseo y el infinito.

Pienso que habrá muchos textos inéditos de este insigne discípulo de los jesuitas y de Ernesto Cardenal, cuyos temas medulares oscilaban entre la mística y el eros. ¡Dios lo estará escuchando con amor! (O)