El aromático nogal

Eduardo Sánchez Sánchez

OPINIÓN|

Escapándonos de la pandemia, de los pícaros, de trúhanes y de los seudo minusválidos, deseo introducirme en el mundo bucólico o por lo menos en la vieja huerta del patio grande en la Cuenca de antaño, en donde crecían árboles frutales y hortalizas, o el campo de quinta en donde se advertía la presencia de un hermoso árbol que en lengua nativa se llamó Tugti, de donde deriva tocte y se lo conoce como nogal, en Botánica es Juglans neotropica.  Nos trae gratísimos recuerdos de ese ayer que implica nostalgias y alegrías perfumadas de familia. El día de la cosecha, las grandes piedras con un agujero central para “golpear toctes”, la chancada del dedo, la comida furtiva porque resulta que la orden era colectar una buena cantidad de nuez para elaborar melcochas y nogadas. Había las expertas, que conocían el punto de la miel como resultado de hervir panelas rotas con piedra o martillo,  en agua y en una paila que se asentaba sobre piedras y leña o en cocineta de kerosene. La miel se vertía sobre una piedra plana que contenía los toctes para la preparación de la golosina que era depositada en hojas de higo para su reposo. Que sabor tan grato, dirán mis lectores recordando dorados años de un pasado sin vuelta y que era el acto central del domingo en familia, en el patio de la casa o en el bucólico entorno de la quinta hoy desaparecida.

El árbol de nogal pese a lo  elegante goza de un reproche por parte de muchos campesinos, en términos despectivos lo llaman el “árbol del diablo”, allí o en sus proximidades habitaban la comadreja o chucurillo así como la zarigüeya, animales que masacraban a los pollos y cuyes, por lo tanto eran repudiados. Noble por su cotizada madera,  desaparecieron los bosques silvestres como parte del accionar antrópico y hoy  no tenemos tiempo ni interés por sembrarlos. (O)