Disciplina personal

OPINIÓN|

El funcionamiento adecuado de los conglomerados sociales requiere ordenamientos de diversa índole. Las actividades como el trabajo y los estudios que todos tenemos que realizar implican relaciones con otros grupos sujetos a horarios y actividades concretas que, a gusto o disgusto, todos debemos cumplir o soportar las consecuencias del incumplimiento. En los espacios de tiempo libre en los que predomina el ocio, es también necesario un orden en el que prima la voluntad de cada persona para lograr los propósitos con la eficacia que esperamos. La observancia de estas pautas de conducta, implican disciplina en la que tiene mucha importancia las decisiones individuales.

La organización social de la que todos formamos parte establece comportamientos que varían de cultura a cultura, lo que nos muestra que hay colectividades con diversos niveles de disciplina y se considera, que, si hay mayor observancia del orden establecido, el rendimiento es mejor. Situaciones como las que vivimos en estos días a cauda de la pandemia, han alterado en todas partes este orden tanto del trabajo colectivo como de la satisfacción de necesidades personales, por razones de bien común: evitar la difusión de la enfermedad ocasionada por un desconocido virus para el que la sabiduría humana no estaba preparada.

Las normas de aislamiento y restricciones en acciones colectivas requieren ante todo disciplina individual, en el sentido de que los propósitos de protección de la salud dependen, en buena medida, de la rigurosidad con que cada persona cumpla las normas, al margen de las consecuencias económicas y de estudios normales. En este sentido, esta situación imprevista es una prueba para mostrar la importancia que se da al bien común, ya que no está en juego tan solo la salud individual sino la de los demás. Hay personas carentes de este sentido de disciplina que no las cumplen. Lo que importa es conocer el porcentaje en cada país para probar el peso de la disciplina individual en relación con la solidaridad.