Era el año…

Simón Valdivieso Vintimilla

OPINIÓN|

Era el año de 1991 cuando empecé a escribir en Diario “El Mercurio” yendo a dejar las dos hojas de papel mecanografiadas en las oficinas de la “Padre Aguirre”, luego vino el correo electrónico. Primero fue mensual, posteriormente esporádico y desde hace quince años el miércoles de cada semana.

Hay tiempo para todo. Si decimos la verdad, no debemos tener miedo, aunque se dice que el miedo es natural en el prudente y el saberlo vencer es ser valiente. De esa manera he generado opinión con las adversidades propias de una sociedad como la nuestra, pero siempre distante de la maledicencia y la calumnia.

Gracias a quienes me leyeron por casi treinta años, muchos de ellos ya no están y a quienes les ofrecí mi pluma frente a la muerte como son Doña Dila y Don Lucho, inquilinos del Portal de la Catedral Vieja. Al poeta Arturo Cuesta Heredia y a Monseñor Luna, seres humanos inmensos de quienes aprendí mucho.

Gracias a los que no habiendo estado en mi pensamiento al momento de escribir se sentían identificados con el artículo, pues pensaban que a ellos estaba dirigido cuando la realidad sobre la que siempre escribí tenía muchos actores.

Gracias a la “Abuela de la casa” y al “Viejo Lucho”,  incomprendidos y vejados pensando que son seres humanos, cuando más bien representan la sabiduría popular, que forma parte de nuestra memoria social.

Y para concluir, gracias a la Familia Merchán Luco por haberme abierto las puertas para ejercer el más grande de los derechos humanos: la libertad. (O)