Palmarés

Andrés F. Ugalde Vázquez @andresugaldev

OPINIÓN|

¡Vaya un nuevo record al palmarés de la política ecuatoriana! Un nuevo record muy difícil de superar ¿Acaso hemos tenido algún logro importante? ¿Un avance en la construcción del Estado de Derecho, las libertades civiles o la rendición de cuentas de la gestión pública? No, nada de eso. Lo que sucede es que nos hemos consagrado como el país con más binomios pre inscritos para terciar por la presidencia de la república de cuantos se recuerda. Diecinueve en total y contando. Es decir, nos hemos consagrado como el país con la política más fragmentada y dispersa del continente y, probablemente, del mundo entero. Ya ve usted como sí somos noticia internacional.

Y la verdad es que no me molesta que sean diecinueve binomios. Me molesta, eso sí, la razón por la que son diecinueve binomios. Quiero decir que si tuviésemos diecinueve binomios (o veinte o cincuenta) que en sus postulados repasaren todo el abanico del ideario político, no habría problema. Imagine, diecinueve binomios que vayan desde el comunismo más radical hasta el más virulento neoliberalismo, pasando por el socialismo, la socialdemocracia, el liberalismo, el capitalismo, el conservadurismo y los distintos postulados humanistas, étnicos, ambientales o sociológicos que están por el camino. Y no, no habría problema.

El asunto es que no es así.  El asunto es que son diecinueve propuestas (con honrosas excepciones) que giran alrededor de personas y no de ideas. De caudillos. Movimientos fugaces que desaparecerán tan pronto desaparezca su figura central (como lo hizo el, alguna vez poderoso, velasquismo, correísmo, o si se quiere castrismo o peronismo). Movimientos mesiánicos que se mueven entre el populismo que convoca a las bases, el populismo que convoca a las clase media y el populismo que convoca a las élites.  Sin compontes ideológicos claros (otra vez, con honrosas excepciones) y llenos de figuras populares. Y esto sin contar los caudillos del pasado que tienen la habilidad, no de reinventarse, pero sí de reciclarse, que no es lo mismo. Así, como Usted verá estimado lector, el problema del número termina no siendo un problema de número, sino de calidad… (O)