Las cartas

Josefina Cordero Espinosa

OPINION|

Las palabras se desvanecen y les lleva el viento, no son más que sombras del pasado, memorias en la intimidad de las gentes; escritas se ahondan en los ojos, en el alma, a veces son siembra de amor y de esperanza, de amistad y dulzura; otras un pávido camino donde hieren las espinas del odio y de la envidia.

En un tiemo ya lejano, esa intimidad se reflejaba en cartas, diarios, dedicatorias y como un rayo de luna que se filtra en lo recóndito del ser o como los colores del arcoiris hecho de gotitas de lluvia acariciadas por el sol, suavemente gravaban en el alma improntas de cariño. La dedicatoria que tuve la oportunidad de conocer y que les transcribo, alegró la vida de una persona ya pronta a partir, allí las letras se convirtieron en las voces de la sangre:

“Mi adorada prima: tú tienes la gracia del viento y las olas. Tú tienes el calor de los atardeceres campesinos. Siempre te quise, para mí eras orgullo y alegría. Dios te bendiga y conserve morena y lucero”.

En aquel tiempo las cartas tenían dos rostros: el de quien las escribía con la emoción que le impulsaba para acortar distancias y aquel que las recibía con ansiedad de borrar ausencias. Cartas, esquelas, misivas, tarjetas, hacían el género literario epistolar tan familiar y emotivo que ahora no se cultiva, pero se añora. (O)