Sobresalto pre-electoral  

Alberto Ordóñez Ortiz

OPINIÓN|

El país vive el sobresalto de la campaña electoral. Se siente en el aire el reguero de fuego que la sustenta. Desde ya sus llamas amenazan con quemarnos, aunque, y, esa es la gozosa posibilidad, de quemar también a los candidatos y candidotes. Pero las llamas están allí, presentes como una desgracia dolorosamente inevitable. Hemos llegado a la etapa de las precandidaturas y, de entrada, nos encontramos con una perturbadora sorpresa: que son 18 las precandidaturas, varias de ellas corresponden a ilustres desconocidos, otras a conocidos por su encamotado amor por la delincuencia, y algunos que, de tan desconocidos, no tienen casillero todavía. No quedan otras opciones, aunque algunas causen calofrío.

La rueda del destino -como dicen los budistas- otra vez ha girado y nos ha puesto frente a un destino electoral marcado por la perplejidad y la zozobra. Si a lo dicho se suma la desconfianza -justificada o no- que muchos mantienen respecto del Consejo Nacional Electoral -CNE-, el asunto se torna harto espinoso. Más todavía si las sospechas sobre el resultado de las últimas elecciones no se han evaporado. Y una bruma que no es precisamente densa, deja entrever lo que realmente ocurrió. El duda y acertarás de Descártes, cobra, para el caso, inusual vigencia.

En un país en el que la corrupción -en la década pasada, especialmente-, llegó a ser una política de estado, todo puede ocurrir. Los recientes y graves cuestionamientos de la Contraloría sobre el padrón electoral, lanzan más leña al fuego, y más todavía, si eso fuera posible, la declaración de la principal del CNE, quien afirmó muy suelta huesos que si no incrementan el presupuesto de ese organismo no podría garantizar los resultados electorales. Si ella no lo garantiza. Quien podrá hacerlo. ¿Tal vez el correato al cual perteneció o pertenece? (O)