La muerte de un tucán muestra la rivalidad entre aves y humanos en Bolivia

Foto: Cortesía

La muerte ha sido el desenlace de Tuki Tuki, un tucán al que le partieron el pico a pedradas y que ya en recuperación se convirtió en un nuevo símbolo por la protección de los animales en tiempos de incendios forestales en Bolivia.

«Me comunicaron que había muerto», dijo a Efe este miércoles Jerjes Suárez, un veterinario voluntario que hace unos días había conseguido la hazaña unir aquella pieza fracturada del animal, que incluso había vuelto a comer y beber como si nada hubiese pasado.

Suárez lamentó que «no lo supieron cuidar», ya que lo único que se sabe es que escapó de una jaula de un albergue en Puerto Quijarro, una población del extremo este del país, en el que trabajan voluntarios, y que posiblemente sufrió un «shock cardiogénico» cuando trataban de atraparlo.

UNA PEDRADA A LA NATURALEZA

La semana pasada la noticia del pico partido de Tuki Tuki sensibilizó a muchos en Bolivia, al punto de que se llegó a condenar la actitud de quienes se cree que le arrojaron piedras para evitar que comiese frutas de una propiedad.

El ave fue traslada unos 250 kilómetros al oeste, hasta Roboré, al refugio de animales en el que Jerjes Suárez habitualmente cura, trata y hasta opera gatos, perros y caballos, hasta animales silvestres.

En una operación de casi tres horas, Suárez contó que hizo «cinco puentes con alambre de cerclaje» y con acrílico, para dentadura de humanos, logró unir el pico del emblemático animal y consiguiendo que recupere la sensibilidad, el olfato y no tenga dolor.

MIGRACIÓN DE ESPECIES

La convivencia entre aves y humanos se ha tornado compleja hace unos tres años, desde que los incendios en regiones como la Chiquitania boliviana han sido constantes y han afectado cientos de miles de hectáreas en zonas protegidas.

Los fuegos y sus consecuencias han provocado «una migración de animales que antes no se veía», aseguró este veterinario de 37 años, que no se cansa de asegurar de que esto es algo sin precedentes.

La explicación de Suárez es que los incendios «destruyeron la comida» de las aves, principalmente aquellos árboles frutales típicos de regiones como la Chiquitania o el Pantanal boliviano, que tardarán en recuperar unos 30 o 40 años.

Esto provoca que tucanes, parabas y pericos se alimenten de frutales de las casas de las ciudades y pueblos, mencionó.

Este activista recordó que en menos de dos meses atendió a una decena de tucanes con diferentes lesiones como alas fracturadas, picos rotos o patas laceradas a causa de agresiones humanas.

Parte de la explicación que Suárez halló son las «mentes arcaicas» de los agresores y la «falta de educación» para entender qué es lo que está pasando en esa región.

UNA NUEVA EDUCACIÓN

«No quiero justificar», dijo Suárez cuando busca una razón de la hostilidad humana a las aves.

Una parte de su explicación está en la pobreza y los efectos económicos de la pandemia de la COVID-19 en varias poblaciones del oriente boliviano que viven del turismo, estancado hace seis meses.

«Es una reacción normal de subsistencia» de alguna gente que ve como algo muy preciado a los frutos que crecen en sus casas, apuntó.

Pero la muerte de Tuki Tuki parece revelar otros problemas, como la falta de educación ecológica en poblaciones cercanas a reservas naturales, en las que se producen los incendios y se dan desplazamientos de animales como las aves.

Suárez se queja de que no hay quien capacite en estas cuestiones a la gente que desde ya tiene «escasa educación», además de la falta de especialistas como biólogos que den pautas de conducta en lugares con riqueza en biodiversidad.

«Tenemos que entender. Vamos a convivir durante 30 o 40 años con estas aves, debemos educar y debemos trabajar en ello porque no tienen qué comer como para volver al monte», finalizó. EFE