Al que madruga…

Independencia de Cuenca I Mario Jaramillo Paredes

OPINIÓN|

A los que madrugaron a Misa en Cuenca el 25 de marzo de 1795, Dios no les ayudó mucho, como quiere el viejo refrán. Al arrancar ese día habían sido pegados en las paredes del Convento del Carmen, papeles “subversivos”, convocando a la revolución contra el dominio español. Eran tiempos en que la gente tenía convicciones y no solamente opiniones.

El gobernador Vallejo ordenó tomar presos a quienes primero habían leído esas hojas. Y, obviamente, eran los que madrugaron a misa.

Los apresados esa mañana de marzo de 1795, fueron “el maestro sastre Pedro Cabrera y los vecinos Juan Arteaga, Manuel Guillén así como Gregorio y Manuel Landívar”. Conducidos al despacho del iracundo gobernador español, declararon que habían leído esos escritos, pero que no sabían quién era el autor. El sastre, amedrentado, declaró que él no quiso, pero que su esposa por curiosa le obligó a leerla.  Se inició un juicio, pero nunca se dio con los responsables. Varios cuencanos sufrieron persecuciones para intimidarles y evitar se repitan esos hechos.

Este hecho -ocurrido veinte y cinco años antes de la Independencia de Cuenca- ratifica que las ideas libertarias circularon, no solamente de boca en boca sino también a través de escritos, siguiendo el ejemplo de Eugenio Espejo que murió ese año de 1795, pero que difundió las ideas de libertad, no solamente en Quito, sino también en otras ciudades, como Cuenca antes del 10 de agosto.

Antonio Lloret Bastidas, quien fue destacado Cronista Vitalicio de Cuenca, relata con lujo de detalles esos hechos en su obra “Los sucesos en torno al 3 de noviembre de 1820” que pronto circulará en Cuenca como parte de una publicación que está haciendo su familia en homenaje al centenario del nacimiento de este intelectual cuencano. (O)