Un gran filósofo

DE HISTORIA EN HISTORIA Bridget Gibbs Andrade

OPINIÓN|

Nació en la Macedonia antigua donde su padre era médico de la corte del rey Amintas III. Pero su vida dio un vuelco al morir su progenitor, llegando Aristóteles a Atenas cuando tenía 17 años, durante la época en la que varios filósofos enseñaban su forma de ver la vida y fundaban sus escuelas.

Platón tenía la suya en el gimnasio dedicado al héroe mitológico Academo. De ahí viene el nombre de “Academia”. Un gimnasio era un lugar en donde los jóvenes practicaban ejercicios físicos, pero también hacía las veces de escuela. Los ejercicios los hacían desnudos, de hecho “Gymnos” quiere decir desnudez.

Aristóteles fue a dar a la academia de Platón quien lo tomó como discípulo llamándole cariñosamente «el lector”, pues era un bibliófilo empedernido. A su muerte, Aristóteles se marchó de ahí para siempre. Entre los alumnos de Platón hubo grandes hombres como Hermías quien siendo eunuco llegó a ser gobernador, y quien cobijaba bajo su sombra a varios filósofos. Aristóteles vivió tres años a todo trapo en el palacio de Hermías, casándose con la hija adoptiva de éste. Su fama fue creciendo hasta llegar a oídos del rey de Macedonia que le invitó a ser el tutor de su hijo de trece años, al que el mundo conocería luego como Alejandro Magno.

A los dos años de haber permanecido juntos se despidieron, pues Alejandro tuvo la oportunidad de probarse en batalla. El filósofo volvió a Atenas fundando su escuela en el gimnasio dedicado a Apolo Licio, de ahí viene la palabra “Liceo”. En el Liceo se enseñaba ciencias experimentales, mientras que en la Academia se practicaba el debate y las matemáticas.

Cuando Alejandro Magno fue faraón de Egipto, el gran filósofo le dedicó su obra “Sobre la Monarquía”. La relación entre ellos se fue enfriando pues Aristóteles sostenía que un soberano debía gobernar sobre territorios pequeños. Durante su estancia en Atenas, enseñaba a sus discípulos ciencias por las mañanas y política y retórica en las tardes.

En su testamento habla de sus esclavos con respeto y cariño y ordena que se les dejen libres al cumplir cierta edad. Una de sus máximas era tratar a otros como nos gustaría que nos trataran a nosotros. Su historia nos enseña que no importa quién seamos o lo que tengamos todos tendremos un final, y que depende de cada uno aprovechar cada minuto de nuestra existencia. (O)