Cuenca Bicentenaria

Tito Astudillo Sarmiento

Santa Ana de los Ríos, ciudad de ancestral cultura que proyecta, desde la Guapdondelig del pueblo Cañari, pasando por la Tomebamba de los Incas, una historia que se teje entre sincretismos, mimetismos y conciliaciones, tierra de historias.

“Sabido es que, cuando se pierde una lengua lo que más subsiste es su entonación”, sostiene Juan Cordero en su Signos de la Identidad Cuencana, dialecto cantarino que da cuenta de nuestro indomable espíritu morlaco, resignificado hoy como sinónimo de identidad y orgullo…

Tierra ancestral que tras tres siglos de ocupación española conquistó su libertad el 3 de noviembre de 1820; cuando, desde la plaza mayor, entre escaramuzas, se levantó la voz del pueblo trazando su destino: ¡Qué viva la libertad, abajo los chapetones, abajo la terquedad!, un puñado de patriotas cuencanos liderados por: Vázquez de Noboa, Salazar y Lozano, Tomás Ordóñez, León de la Piedra, José Cisneros, Pedro y Felipe Serrano, Vicente Toledo, Joaquín Astudillo, Zenón de San Martín, Gerónimo Illescas, Fernando Coronel, José Moscoso, Ambrosio Prieto; recogieron el clamor de la proclama con el indomable espíritu del tiempo sobre el cual nuestra comarca tejió  su identidad, rebelde indomable y dueña de su propio destino.

Hoy, con el mundo confinado por un enemigo invisible y silencioso, la gesta llega a su Bicentenario y convoca la algarabía, los hitos siembran la identidad que consolida los pueblos, por eso, los hitos se conmemoran, pero también se festejan; y los festejos son cívicos; pero también son económicos, desde la perspectiva mercantilista del mundo que necesitamos resignificar, para que el mercado se entienda como una plataforma utilitaria a las relaciones y no como su eje o núcleo, porque más importante que salvar la economía es resguardar la salud y proyectar la cultura viva, ya habrá tiempo para festejar hoy es tiempo de conmemorar… (O)