Entre lo natural y lo artificial

Eduardo Sánchez Sánchez

Nos cupo la suerte de nacer en este hermoso punto del planeta Tierra, bautizado como Ecuador por estar atravesado y al norte del territorio `por la línea equinoccial, posición que influye en el clima  de manera radical, no nos corresponde un invierno con caída de nieve, nuestra vegetación se mantiene con pequeñas variantes y ello permite que la vida tenga continuidad a través de las plantas epífitas como orquídeas y bromelias. No existe una extinción drástica en plantas como sucede en lugares próximos al mundo austral ni a su antónimo como es el segmento boreal del planeta. De esto deriva la extraordinaria riqueza en condiciones ambientales y su compleja orografía, así se gestan los bosques secos del suroccidente ecuatoriano, todo el mundo amazónico y los cordones montañosos andinos considerados como reservorios de agua según consta en la Convención Ramsar (Irán 1971), que cita a los humedales alto andinos como ecosistemas estratégicos, estos alimentan a la humanidad y a la naturaleza toda y el ecosistema chocoano al noroccidente.

La luz solar es muy estable a lo largo del año con periodos casi fijos de 12 horas luz y otras de oscuridad con pequeños cambios que no superan los 30 minutos en lo más distal de la línea ecuatorial. Los climas son extremadamente variables por las corrientes marinas, alturas geográficas, valles y cadenas montañosas, diferentes grados de humedad, viento y temperaturas, generando así una extraordinaria feracidad, teniendo la posibilidad de nutrir de forma extraordinaria a la población, que lejos de una sana costumbre frugívora se deja llevar por publicidad engañosa y consume productos sintéticos en cantidades gigantescas, alimentando basuras plásticas, daño a la salud y desperdicio de dinero. Nos falta decisión y trabajo, volver los ojos al agro.  (O)