La teoría del fraude electoral

Roberto Vivar Reinoso

Peligrosamente para la democracia en varios cambios de gobierno, cunde la teoría del fraude electoral. Ecuador lo ha experimentado desde 1979 cuando retorna al orden constitucional. Entonces el perdedor de la segunda vuelta presidencial, Sixto Durán Ballén acusa a su contendor, Jaime Roldós Aguilera de haber cometido fraude en las urnas. Diez años después el fenómeno se repite con Álvaro Noboa contra Jamil Mahuad quien le venció por el estrecho margen de 113.000 votos. Durante meses exige sin conseguirlo recontar todas las actas. Fue similar el comportamiento del magnate bananero, cuando perdió el balotaje frente a la primera magistratura de Rafael Correa.

El último caso protagoniza Guillermo Lasso al ser vencido por Lenín Moreno, calificando al proceso como “el fraude más descarado en la historia nacional”.

A nivel sudamericano las vivencias trascendentes al respecto, ocurren con el peruano Alberto Fujimori; Nicolás Maduro en Venezuela cuestionado pero firme hasta ahora; el boliviano Evo Morales con injerencia inclusive de la OEA, cuyo partido sin embargo barrió en las nuevas elecciones.

Aún sin resolver el problema se suscita entre los candidatos a la Casa Blanca, Donald Trump y Joe Biden. Su actual ocupante que busca un nuevo período señala: “si se cuentan los votos legales gané fácilmente la elección; pero al hacerlo aquellos ilegales y tardíos, los demócratas están robándome el triunfo”. Añade: “Baden sólo ganó a los ojos de los medios de comunicación, de las noticias falsas. Este fue un proceso amañado. Yo no reconozco nada. Tenemos un largo camino por delante”. Se refiere a varias impugnaciones ante la justicia.

Retornando a Ecuador ya se levantan voces que cuestionan los comicios en marcha, por las dudas surgidas alrededor del Consejo Nacional Electoral. (O)