“El rostro”

Eliécer Cárdenas E.

“Un escritor se venga como puede de algunas injusticias de la suerte”, señala el escritor francés Honoré de Balzac acerca de ciertos resortes íntimos que pueden disparar una ficción. Es decir, los famosos “demonios interiores” que Vargas Llosa señala como las fuerzas del subconsciente que actúan en la creación literaria. Por lo tanto, el escritor de ficciones no es enteramente libre en la elección de los temas de sus obras, a diferencia del ensayista o en general el autor de no ficción, que decide por ejemplo escribir una obra de historia, un tratado de geometría, etc.

El escritor cuencano Ernesto Arias Deidán, autor de varias novelas que han merecido el interés de los lectores y de algunos estudiosos de nuestra literatura, como Antonio Sacoto Zalamea, PhD, nos ofrece su última obra “El Rostro”. Albert Camus, Premio Nobel francés, manifestó en el discurso de entrega de este premio, el más importante en la literatura mundial, que “El no escribe para quienes hacen la historia, sino para quienes la sufren”. Justamente, el protagonista de la novela que presentamos, Samuel Tipán, es un individuo que vive como una víctima de la intrahistoria existencial. En su infancia, fue agredido sexualmente por un clérigo, que mantenía una institución supuestamente benéfica y educativa, y este terrible trauma lo llevó, en su madurez, a planear una venganza mortal contra su agresor, el sacerdote de apellido Pintado, que mientras tanto vive rodeado de prestigio y honores, gracias a su máscara de educador religioso y benefactor de los niños humildes.

El tema ciertamente es polémico, como algunas de las obras anteriores de Ernesto Arias. Por ejemplo, en la novela “Agitadas sombras bajo un nuevo sol”, trata el tema de la riqueza y el crimen que no es sancionado, gracias al poder e influencia de un millonario que comete un asesinato y es absuelto finalmente por una justicia parcializada. En su novela “Hienas”, por su parte, denuncia la impostura y los vicios secretos de unos presuntos artistas e intelectuales, que organizan eventos de relumbrón, con la consecuencia del asesinato de quien va a denunciar un hecho, acercándose por su temática y desarrollo a la “Novela Negra”.

El tema de la nueva obra de Ernesto Arias, de hecho es polémico, puesto que enfoca un suceso, ficcional por supuesto, pero que se puede parangonar a una serie de delitos reales de este tipo, cometidos por miembros de la iglesia, tanto en nuestro país, como en diversos lugares del mundo, a consecuencia de los cuales, la iglesia Católica se vio fuertemente cuestionada, a tal punto que el actual Papa Francisco, dispuso que no exista ningún tipo de protección u ocultamiento para esta clase de delitos, de parte de la estructura eclesiástica.

Dentro de la obra, la trama argumental se desarrolla entre las reminiscencias de Samuel Pintado y los preparativos minuciosos de la venganza que Pintado ha urdido, para castigar por su propia mano, al criminal sacerdote que arruinó su existencia volviéndolo un individuo apocado y solitario, lleno de complejos y frustraciones que le han impedido formar un hogar y llevar una vida normal.

 En la planificación de su venganza, interviene un sujeto de oscuros antecedentes, que le señala el camino de su propósito, dentro de un ambiente de lumpen, en donde intervienen Viki Macías una prostituta, y el proxeneta Delfín Cañete, en el bar llamado “Besos”. El personaje de Viki Macías, es uno de los más logrados de la obra, pues refleja la existencia de una mujer que es víctima de la sociedad, explotada sexualmente y con un alma más bien ingenua, sin malicia.

En la narrativa de ficción, la estructuración de los personajes, a fin de que resulten convincentes y pluridimensionales constituye la clave de la arquitectura de una narración. El ensayista español, Luis Sánchez Corral, señala que “la cualidad de las relaciones generadas por los sujetos estéticos, provoca que la revelación del hombre y del mundo, sobrevenida en el encuentro del lector con la obra, se constituya en un conocimiento peculiar, diferenciado del que proporcionan otras fuentes del saber”. Es decir, la ficción literaria, y la literatura en general, provocan otro tipo de conocimiento que no por no ser científico es menos importante, ya que se trata de un conocimiento poético, subjetivo, un meta-conocimiento podríamos decir, parecido a las iluminaciones del vidente de la Antigüedad.

De allí que el personaje literario encierre claves diferentes de la mera información, que por ejemplo nos puede ofrecer la lectura de una mera crónica periodística. Ernest Hemingway decía, justamente, que la literatura es una noticia que nunca deja de ser noticia. Por ejemplo, Madame Bobary, siempre será una noticia impactante para el lector, con su suicidio, por ello es indebido comparar una ficción literaria con una obra de simple información de un hecho, más aún cuando los hechos de una novela son ficcionales, aun cuando tengan bases en acontecimientos que hayan sucedido en la realidad. Solamente un lector ingenuo, como lo llama Umberto Eco, podrá sin más asimilar un personaje de ficción a uno real. Esto lo decimos a fin de evitar los clásicos mal entendidos de identificar a tal o cual personaje literario, con  personas que han existido realmente. Grave confusión.

“El Rostro”, se halla construido mediante diversas instancias espacio temporales, es decir, continuos “Flash Baks” jalonan el itinerario de la narración con saltos que van del pasado al presente y viceversa, y que pueden confundir a más de un lector despistado que podrían creer que se tratan de errores de tiempos verbales, cuando en realidad son tratamientos específicos de una narración, tal como, por ejemplo, Mario Vargas Llosa juega con las conjugaciones verbales en su célebre novela “Conversación en la Catedral”, que parte de un diálogo entre el protagonista y un antiguo servidor de la casa familiar acomodada del personaje. También Julio Cortázar, en varios de sus cuentos, rompe las estructuras verbales para potenciar la narración a través de varios planos espacios temporales casi simultáneos. Creemos que es pertinente esta aclaración, respecto de algunas opiniones demasiado gramaticales sobre la estructura literaria.

En suma, “El Rostro”, nos revela a un autor en plena madurez creativa, dueño de un repertorio instrumental que ha ido construyéndolo a lo largo de su labor, silenciosa durante muchos años, hasta que decidió publicar su primera novela “Un extraño tras la puerta”, desde la cual, personajes oscuros, llenos de secretos, pueblan el Corpus Narrativo de Arias Deidán, que a la hora de plantearse temas, no elude los riesgos que conlleva una ficción que tenga múltiples canales comunicantes con referentes reales, personajes y hechos de la vida cotidiana. Sin embargo, las narraciones logradas sortean esta clase de riesgos para constituirse en “mundos autónomos” que se deben a la creación narrativa, es decir al universo ficcional.

Felicitamos al autor por esta nueva obra, que aparece en tiempos extremadamente difíciles para publicar libros impresos, cuando la pandemia nos obliga a huir de todo contacto, inclusive con el papel, es decir con nuestros mejores amigos, los libros, fabricados con tinta, papel y el aroma inolvidable que tiene todo libro que nos guste al abrirlo.