Navidades ad portas

María Eugenia Moscoso C.

Las Navidades han constituido por siempre, una época de encuentro familiar y de amigos. Los distanciamientos han cedido ante el anuncio del Niño Dios que ha de nacer en Belén de Judá, por tanto, éste ha sido por siempre, un espacio para el reencuentro y el amor. No obstante, en esta ocasión, las fiestas de la Navidad se anuncian diferentes y con una suerte de renovadas restricciones. Se exhorta, por responsabilidad que no se tengan reuniones de más de seis personas, lo que prefigura una Navidad fragmentada. No poder juntar a hijos y a nietos, conlleva enorme tristeza, sin embargo, debemos abrir nuestro corazón a la paz y al amor y en acto de obediencia, por la salud de propios y extraños, acatar las recomendaciones establecidas, en bien de la salud de la sociedad.

De igual manera, la despedida del año que concluye, deberá celebrarse entre muy pocas personas. Ya no habrá grandes encuentros en instituciones y familias; ahora, la pandemia nos ha mostrado el rostro de una sociedad diversa, en los múltiples encuentros que manteníamos y que, ahora ya no pueden llevarse a cabo; reparamos así, en cuanto turismo recibíamos y ahora ya no lo tendremos. El gran Pase del Niño, del 24 de diciembre, marcará un vacío en las calles de Cuenca y tampoco la quema de años viejos se verá en los distintos barrios, como celebraciones tan típicas de nuestra ciudad.

Aflorará el deseo de compartir de otros años, que ahora se ha tornado en recelo y, hasta temor ante los otros. ¡Cuánto daño nos ha generado este virus que ha deteriorado al universo entero! ¡Formulamos votos porque la salud del cuerpo y del alma se constituya en el mejor obsequio en estas Navidades! (O)