Paraísos naturales

Hernán Abad Rodas

En el año 2006, en la isla de Nueva Guinea, en las montañas de Foja, región administrada por Indonesia, científicos de EE.UU., Indonesia y Australia, descubrieron un mundo perdido, de numerosas especies, flores gigantes y mamíferos poco comunes que no temen a los seres humanos; es lo más cercano al jardín del Edén, un verdadero paraíso perdido dijo Bruce Beehler del Centro para la conservación de la biodiversidad en Indonesia.

Hallazgos de verdaderos paraísos naturales, como el antes mencionado, nos invitan a reflexionar sobre la importancia de amar y cuidad a la naturaleza y protegerla de la actitud depredadora del hombre.

Considero que la naturaleza es de por sí y ha sido por siempre un sanatorio, aunque no pueda curar otra cosa, puede sanar al hombre enfermo de megalomanía. Así tenemos el silencio de las montañas, y ese silencio es terapéutico, los picos, las rocas, son mudos testigos del paso de tiempo.

Toda buena montaña es un sanatorio, uno se siente acurrucado como niño en el pecho de su madre.

Creo en las propiedades espirituales de los árboles, los lagos, los ríos y las montañas, no podrán curar las enfermedades de la carne, pero curan las del alma: cleptomanía, megalomanía, egocentrismo, halitosis espiritual, maldad, odio, exhibicionismo, y todas las enfermedades morales.

Es deseable que sigamos descubriendo paraísos naturales y otros, perdidos que aún deben existir en nuestro vasto planeta y poder gozar de ellos, pues el goce de la naturaleza es un arte que depende mucho del ánimo y de la personalidad de cada uno y, como sucede en todas las artes, es difícil explicar su técnica.

Nuestra tierra es un planeta muy bueno. Tenemos la alternancia del día y de la noche, de amanecer y puesta del sol, un fresco atardecer sigue a un día caluroso, un amanecer silencioso y claro presagia una mañana activa.

 El menú que nos ofrece la naturaleza con sus paraísos naturales, es prácticamente interminable para atender los gustos individuales, lo único sensato que se puede hacer, es ir a participar del festín, y no quejarnos de la monotonía de la vida. (O)