Por quién doblan las campanas

Andrés F. Ugalde Vázquez @andresugaldev

Pues bien, parece que después de todo había una luz al final del túnel. Varios laboratorios del mundo anuncian el descubrimiento de la vacuna y los sistemas de salud recuperan, al menos temporalmente, la capacidad respuesta. El miedo cerval y el confinamiento han dado paso a una nueva realidad en la que, poco a poco, volvemos a poblar las calles, los parques y las oficinas. Y hoy, a las puertas de terminar este año para el olvido, parecería que el azote de la pandemia nos da un respiro para recordar a las incontables víctimas y sobre todo a quienes se dejaron la vida tratando de salvar a los demás.

Pero queda en el aire una pregunta fundamental ¿habremos aprendido todas las lecciones? ¿Será que esta durísima prueba a nuestra cultura e idiosincrasia como sociedad nos ha dejado un aprendizaje que nos permita ser mejores? En esta nueva lógica, dónde no basta estar sano si el vecino no lo está, dónde convivimos bajo una amenaza que no discrimina ricos de pobres ni poderosos de marginados ¿habremos comprendido al fin que actuar colectivamente es la única solución? Ahora que el mundo y la misma naturaleza nos lanzan a la cara el hecho de que la única forma posible de supervivencia es la solidaridad, ahora que sabemos que no hay más opciones que el caos o la comunidad ¿lograremos superar esa formación en el individualismo que hemos cultivados por generaciones? ¿lograremos levantarnos sobre esta mirada del capitalismo occidental que glorifica el egoísmo y prioriza el yo sobre los demás?

Y no hablo aquí de esa solidaridad mal comprendida que se parece demasiado a la caridad. Hablo, por el contrario, de esa solidaridad que se construye sobre el reconocimiento del prójimo y la aceptación de la propia fragilidad. Sobre la certeza de que la única forma de estar es estando para los demás.  Sobre la conciencia de que, en palabras de John Donne, “…ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas…

…están doblando por ti”. (O)