Dar y recibir

Claudia Acosta A.

Cuando se inicia una práctica de meditación, que no es otra cosa que sentarnos en silencio, conectar con el momento y respirar, esto que parecería tan natural, poco a poco, con la distracción del mundo de afuera, lo vamos perdiendo y es tan bueno poder volver aunque sea unos minutos al día a este estado primordial, pero bueno éste es otro tema; ahora quiero centrarme en un aspecto en el que se insiste mucho, cuando uno quiere entrar en este silencio, la respiración, observar la entrada y salida del aire de nuestros pulmones, hacerlo de forma pausada y suave, lenta, es como el punto clave en el cual enfocarnos y poner atención.

Y sí, este movimiento básico, inhalar y exhalar el aire, tiene para mí una connotación mucho más profunda, en el primer momento cuando salimos a la vida, esta primera bocanada de aire marca el inicio de nuestra existencia y si no podemos tomarla, si de alguna manera nuestro organismo, nuestros pulmones no están capacitados para ello, nos cerramos a la vida; si no somos capaces de abrirnos a esta primera inhalación no somos capaces de vivir…

Abrirnos a recibir, éste es el punto, llegamos al mundo con la exigencia básica de abrirnos a recibir y quizás la felicidad de los primeros años, de la niñez radica en esto, en estar abiertos, abiertos a recibirlo todo, completamente, sin cuestionarnos nada, confiando plenamente en el universo, sin preocuparnos del mañana y  aquí  viene la segunda parte; el recibir tiene una condición sine qua non”, después de recibir el aire, tenemos que soltarlo, ¡tenemos que dejarlo salir!  y quizás nuestras vidas pierden su magia su encanto, su liviandad, su suavidad, cuando queremos de alguna manera controlar procesos, procesos imposibles de cambiar, no podemos quedarnos con el aire dentro, tenemos que soltarlo, no podemos guardarlo, asegurarnos de tenerlo para después, tenemos que darlo y ya, el después no existe, no está!

Y es esta dinámica, la que queramos o no, marca nuestras vidas, no hay otra manera; desde hace algunos años que las Navidades simplemente me recuerdan esto que estoy hecha para recibir y dar.

Recibir a todo aquel que sale a mi encuentro, recibir toda circunstancia que se presente como una oportunidad de aprendizaje, recibir con alegría, los días de sol y los días de lluvia, recibir amorosamente aquel a quien amo y a quien siento que me ha hecho daño, y luego soltar, dejar ir, dar… (O)