Navidad

Aurelio Maldonado Aguilar

La natividad es festividad universal y promueve múltiples afectos y actuaciones en la grey humana, controvertida y llena de conceptos mágicos y religiosos que le dan tan variado matiz social y humano. En muchos, la fe, es trascedente, mientras que en otros el componente pagano justifica acciones diferentes. Fiesta siempre importante donde el nacimiento de un niño convertido en Dios por los hombres, justifica toda acción ante una fe ciega que cree en María, virgen de toda virginidad, que se embaraza gracias a la acción mágica de una palomita blanca que la llaman espíritu santo; preñez protegida por José, carpintero septuagenario que debió estar enamorado y apadrinó a la mujer librándola de lapidaciones y castigos. Huyen y en su huida, calan en un pesebre frio y pobre donde el buey y el asno son parte del cuadro de infeliz invalides, sin embargo, una gran estrella surge en los cielos y dirige a reyes ricos y soberbios que traen agasajos a un niño bello de bucles rubios y de ojos azules, sabiendo que María era egipcia y que algo se dice que un centurión romano apodado Pantera, era el feliz padre. Oro, incienso y mirra traen para el niño que sería luego quien pregone la humildad y la pobreza como parte de su doctrina, lo que constituye algo parecido a darle un lingote de oro a Gandi o a la Madre Teresa de Calcuta. Pero no es todo, pues el mundo se llena de la risa fofa de un personaje barrigudo de luenga barba alba y disfrazado con atavío rojo y blanco con similitudes a la de un bufón, que tiene la habilidad de colarse a pesar de su enorme abdomen y sin macularse de hollín,  por las diminutas chimeneas para dejar regalos a los niños que cuelgan medias para ello y viaja en un trineo volador donde caben todos los regalos de todos los niños buenos del mundo, tirado por enormes renos con cornamentas y narices rojas, que parquean ingrávidos en nevados techos.

En estos momentos críticos de la humanidad, valerse de la natividad para ser bueno, respetar y ayudar al desvalido, abrazar con fuerza al amigo, al pariente, al que no hemos logrado ver por la pandemia en meses, besar y acariciar la cabeza de los nietos, honrar la familia, recordar a los que nos dejaron un legado de honor y dignidad en el alma y que viven en recuerdos, compartir un dulce pan y enmendarse y ser mejor, es suficiente para mí y si el Niño de Belén o el viejo cano y risueño ayudan en el empeño de todos, la humanidad será, aunque sea por unos días, más humana y menos mágica. (O)