Balance del año

OPINIÓN | El año 2020 será recordado siempre. Ochenta y un millones de personas contagiadas y alrededor de un millón ochocientos mil fallecidos, en menos de once meses, son cifras que hablan de la magnitud de la tragedia.

La más grave secuela de esta pandemia es la pérdida de vidas humanas. Casi dos millones de personas. No estadísticas, sino seres humanos, que sufrieron y murieron dejando dolor en sus familias. Es la parte irremediable de la pandemia. Lo demás, puede ser y de hecho es grave, pero, no definitivo. La pérdida de vidas humanas no tiene vuelta.

La segunda mayor secuela en todo el mundo es y será, el retroceso en la economía de todos los países, menos paradójicamente de la China…el país que más crecerá en su economía. La catástrofe económica genera la pérdida de fuentes de trabajo. Hay nuevos ejércitos de desocupados. La actividad turística, está casi en quiebra y, con ella, cincuenta mil desempleados y un cincuenta por ciento de empresas liquidadas. El sector privado -que genera nueve de cada diez empleos- está severamente golpeado. El centralismo funcionó también en la pandemia. Como en Quito no pudieron controlar las aglomeraciones, se decretó el Estado de Excepción para todo el país y se golpeó más a la economía.

La tercera tragedia está en la educación. Millones de niños y jóvenes que no tienen acceso a las tecnologías de la información, verán agigantarse las distancias con aquellos que con problemas y todo, pero, siguen sus estudios. La educación en vez de cumplir su papel nivelador de diferencias sociales, las acrecentará más. Y, más en países como el nuestro, en donde no se invirtió en preparación de docentes y en tecnología sino se prefirió en los últimos quince años gastar millones en edificios del milenio que rindieron grandes ganancias a la corrupción. (O)