¿Qué le ha ocurrido? “Estoy desempleado”

Al acercarse a su sexta década de vida, recibió una repentina notificación, de que sus servicios ya no son necesarios. Podemos comprender en tiempos de pandemia su consternación, una mezcla de asombro y honda inquietud por su bienestar futuro. Por supuesto, no es raro que alguien pierda el empleo ni tampoco es nada nuevo. Lo que es nuevo para la actual generación de trabajadores es la magnitud del fenómeno en tiempos de CRISIS-PANDEMIA. Sin duda, la situación obedece a muchas causas, pero, la más importante es la reducción del personal. ¿En qué consiste?

Las economías actuales se globalizaron. Este fenómeno se identificó en EE.UU. a finales de los años setenta, cuando los empresarios se percataron del creciente número de consumidores que compran autos, aparatos electrónicos y muchos otros artículos de fabricación extranjera. En su afán de ser competitivos y abaratar los costos de producción, los empresarios mejoraron sus técnicas, sus equipos y una combinación de despidos, traslados y bajas habituales por pandemia.

Para los trabajadores del campo y la ciudad, el empleo seguro no existe. Personas que han rendido diez, quince o veinte años de leal servicio han visto cómo se rompe su leal contrato y se le echa a la calle. No solo es en nuestro país, sucede en todo América Latina, donde ningún grupo laboral ha resultado inmune. En nuestro país se cuentan por miles, los que han perdido un puesto de trabajo; lo que no se comunica es el sufrimiento humano que hay detrás; que lo comparo, como un golpe que deja magulladuras de vida.

La pérdida repentina de un ingreso constante amenaza la capacidad del desempleado para hacer frente a los pagos de hipoteca y otras deudas. Se le ha dado una tarea difícil: definir su futuro. (O)