Desperdiciando el Voto

Andrés F. Ugalde Vázquez @andresugaldev

Existe en la política ecuatoriana una práctica perniciosa que le arrebata la poca calidad que le queda al proceso electoral. Y me refiero a las famosas encuestas. Y no lo digo porque esté en contra de ellas, pues son herramientas que permiten medir las preferencias políticas de la población. Lo digo por el comportamiento que desencadenan en los electores.

Y quiero ilustrar mi punto con un ejemplo futbolero sobre el equipo de sus amores ¿sabe a lo que refiero? ¿conoce usted esa lealtad indoblegable que no calcula beneficio ni depende de si el equipo marcha puntero o va directo al descenso? Y claro, también están los otros. Esos odiosos especímenes que siempre son hinchas del puntero y le van al que está ganando. ¿Pero lo haría Usted? Y, sin embargo, salvadas las distancias, eso es precisamente lo que sucede cada vez que un ciudadano, en el ejercicio de su conciencia, decide darle su voto a un candidato que no tenga la suerte de estar primero en los sondeos (a propósito ¿por qué será que los mejores siempre marchan últimos en las encuestas?); y aparece el distinguido caballero (habrá para ellos un lugar en el infierno), que intenta disuadirle con aquel argumento de: “mejor vota por uno que tenga chance…”.

Y entonces, de pronto, la política deja de ser un ejercicio de reflexión sobre propuestas para convertirse en un cálculo de probabilidades no muy distinto al que hacen los corredores de apuestas, los agentes de seguros y los domadores de leones. Así visto, resulta una buena idea comprarse una encuestita a medida (siempre hay alguien dispuesto a venderle el alma al diablo), para que publique al candidato como primero. El resultado de la vil mentira podrá ser que el candidato termine realmente primero, gracias al obsecuente comportamiento de los que no quieren “desperdiciar el voto”.

Así que digámoslo de una vez: las encuestas son herramientas de medición, nunca de decisión. La decisión se basa en las convicciones personales sobre el candidato que, a su criterio y de haberlo, podría conducir con alguna sabiduría este ingobernable país. ¿Su lugar en las encuestas? ¿Realmente importa…? (O)