Las pequeñas historias (I)

// Rincón de Cultura Jorge Dávila Vázquez

Uno de los frutos del encierro de casi un año son las reminiscencias de tipo familiar, social, y, en algunos casos político, que surgen en las conversaciones hogareñas.

Estribillos usuales de este tiempo son: “me acuerdo que…”, “te acuerdas de…” y otros parecidos.

Hemos recordado, sea en físico, sea virtualmente, cosas simples, como, por ejemplo, las palabras y expresiones de antaño, que para los jóvenes, a veces, no tienen ninguna significación, pero que en ocasiones despiertan su curiosidad. Por ejemplo, los vocablos quichuas, tan frecuentes en el lenguaje coloquial. Así, las mamás decían a las hijas o a las empleadas domésticas, cuando algo en la cocina no funcionaba que eran “carishinas”, definidas por Luis Cordero en su Diccionario Quichua-Español, como mujeres no aptas para labores del hogar. Este término y otros de la lengua madre eran usuales en el lenguaje cotidiano de otros tiempos. Si estabas con ese escalofrío típico de muchos males (entre ellos, la Covid), tenías chirichi.  Achachay era expresión de frío. Sucos se usa hasta ahora, para señalar a los rubios; como amarcar, que es deformación coloquial de marcar: cargar en los brazos. Creo que se sigue llamando chamisa al pequeño fuego usado para jugar o calentar a un grupito de amigos. Y si Ud. se acerca mucho a la candela, puede decir como su abuelo: astaray. Que en otros lugares era arrarray, deformación de araray, que parece se usaba hace cien años para expresar el dolor de la quemazón. Las cañas y hojas secas del maíz se llamaban calcha; en algunos sitios rurales, aún. Tuga es una especie de tórtola. El fardo, el bulto era el quipi.

Los renacuajos eran shugshis, deformación de chullshig, señalado por Cordero.

El dinero -eventualmente hasta hoy- cullqui. Dos insultos se han perdido: sacha -montuno, montaraz- y mapa -sucio-, como sinónimos de falso: sacha devoto -santurrón, tartufo-; mapa señora -dama falsificada, por decir de algún modo.

Llucho para desnudo se usa eventualmente, pero lluqui para zurdo y aún con sentido político, todavía suena. El término que designa al líquido, al agua, ha vuelto a la actualidad: yaku. Y omoto, enano -no sin olvidar que todas los oes eran ues y todas las es, íes: “umutu”- es aún parte de nuestro léxico. (O)