Paz y euforia

 

La distracción es un derecho y una necesidad del ser humano en la organización de sus vidas. Hay múltiples formas de ponerla en práctica, siendo las fiestas de las más generalizadas. Una fiesta conlleva un paréntesis a la normalidad cotidiana para lograr satisfacciones ajenas al trabajo. Las hay de diversa índole y por múltiples motivos. En el ordenamiento colectivo oficial, en todas las culturas y países hay, hay días dedicados al ocio con propósitos festivos. El mero hecho de la pausa al trabajo es ya un motivo de satisfacción que se intensifica si es que, de manera general, está destinado a la celebración de fiestas de diversa índole.

En nuestro país en lapsos cortos, la navidad y el carnaval son feriados, el segundo con dos días laborables de suspensión del trabajo. Los propósitos generales de ambas celebraciones son festivos, pero las formas de lograr esta distención varían Intensificar la paz interior busca la navidad y el tipo de fiesta tiende a ser familiar y tranquila; los resultados son muy positivos ya que esta situación del espíritu engrandece y da sentido a la vida ya que las tensiones propias de la existencia, se apaciguan: paz es una forma de placer sin estridencias, que de una u otra manera todos anhelamos y buscamos aspirando, a veces utópicamente,  que se convierta en el estado normal de la vida.

Otra forma de lograr el propósito evasivo es la euforia. Se trata de expresar el entusiasmo acelerando actividades que nos alejan de la realidad cotidiana. El baile los y gritos entusiastas son medios apropiados. En el carnaval, más que la paz navideña, se busca la eliminación de condicionamientos formales que la rutina establece, una forma de practicar la libertad que bulle en nuestros interiores y que tenemos que limitarla para poder lograr la armonía social. El disfraz, muy frecuente en el carnaval, físicamente nos convierte en otros con efusión aceptada y no impuesta. Un peligro de este tipo de diversión es el desenfreno cuando rompemos las formas ocasionando daño a otros.