Doctora Sandra Sempértegui

Tito Astudillo y A.

No es posible ser impasible ante una ausencia, más, cuando se ha compartido el mismo espacio de servicio, con la misma fe y los mismos anhelos, la misma meta y el mismo propósito en cada jornada; escuchar y comprender, aliviar dolencias, dudas y desasosiegos, pero siempre con la certeza de cumplir, que en atención médica significa, esperanza por desesperanza, regocijo por dolor y salud por enfermedad.

Y en este transitar por la vida y para la vida de los demás, que es el destino de los médicos, compartimos jornadas con la doctora Sandra Sempértegui, en ese templo de la solidaridad que es el hospital “Vicente Corral Moscoso” y, por ello, damos fe de su vocación humanista, de su formación científica y responsabilidad profesional puestos al servicio de la colectividad, que en tratándose del Regional, es a todos los sectores y de todos los pueblos del Austro y de más allá. Ella era alegre y cordial, amigable y respetuosa, atendía con la misma mirada y con la misma sonrisa a todos; el saludo cordial, el mirarte a los ojos y ponerse a las órdenes, que dan seguridad y confianza, fundamental en la relación médico-paciente y en el proceso diagnóstico tratamiento y recuperación en los servicios de salud. Era generosa y no escatimaba esfuerzos; un turno más, un examen más, una visita más, unos minutos unas horas más; en la jefatura departamental, en ésta y esta otra comisión, una clase, una conferencia, una interconsulta, una mesa redonda, un artículo, siempre investigando y asesorando, siempre positiva.

Su ausencia será sentida por la institución, seguro; pero más le extrañarán sus pacientes, compañeros y amigos en el día a día, en el Laboratorio, en el consultorio y salas, su mirada limpia y su sonrisa cálida. Ella fue bondad, fue alegría y fue luz. Y los seres de luz, retornan pronto a la Divinidad. (O)