Las casas de tango y milongas cumplen un año cerradas en Argentina

Los tangueros de Buenos Aires están desesperados. Desde el 11 de marzo del año pasado bailarines, cantantes y demás no trabajan debido a la pandemia de covid-19 y hoy luchan con las autoridades para que les permitan abrir las milongas para «abrazarse» en un baile siguiendo un protocolo sanitario.

En tanto, las casas de tango, que principalmente recibían turistas, se mantienen cerradas desde el aislamiento y el cierre de fronteras que ordenó el gobierno de Alberto Fernández el 20 de marzo del año pasado y las que sobrevivan no prevén volver a abrir hasta fines de este año.

Las perspectivas para trabajadores y empresarios son preocupantes, pese a que el tango rioplatense es considerado Patrimonio Cultural de la Humanidad, lo que supone que Argentina debe salvaguardar la actividad.

CASAS DE TANGO VINCULADAS AL TURISMO

Las casas de tango están vinculadas en un 90 % al turismo, por lo que el sector «está absolutamente parado desde el 19 de marzo» y «sin ningún tipo de ingreso», dijo a Efe Claudio Ocampo, dueño de El Querandí, una vieja casona ubicada en el casco histórico de Buenos Aires, que fue restaurada y ofrecía cenas ‘show’ de tango hasta el inicio de la pandemia.

Las casas de tango -unas 13 en la capital, según revela la ciudad- se dedicaban a recibir turistas extranjeros y a realizar agasajos a visitas corporativas que venían al país por congresos y convenciones.

«Ninguno de esos canales está hoy aportando tráfico porque está suspendido», dijo Ocampo.

La excursión incluía una cena y un espectáculo en vivo, que según la casa podía poner en escena cinco parejas de baile, un sexteto de músicos y tres cantantes.

«No volvimos a abrir ninguna. Para algún evento, alguna efeméride, alguno se animó a abrir», contó Ocampo.

El sector recibió ayuda estatal para pagar parte de los salarios y el fondo de auxilio para las empresas de turismo financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

«Los fondos no alcanzan para cubrir los costos de mantenimiento de las casas de tango, el personal y los costos fijos», agregó Ocampo. Además, algunas de esas casas han sufrido reclamos laborales.

UN AÑO SIN MILONGAS

Hace un año que tampoco se pueden organizar las llamadas milongas, donde argentinos y extranjeros se reunían para bailar el tango en centros culturales, clubes de barrio, escuelas, salones, plazas.

La consecuencia es que más de 7.000 trabajadores en todo el país hace un año que no trabajan, según censó la Asamblea Federal de los Trabajadores del Tango en una encuesta para lograr que los milongueros sean reconocidos como parte de una industria cultural e ingresar a un régimen federal de trabajadores del tango.

Unos 4.000 de esos trabajadores se encuentran en la capital, donde el tango es un ícono de su expresión artística.

Se trata de músicos, bailarines, coreógrafos, maestros, musicalizadores, organizadores de milongas, de la industria del calzado e indumentaria, gastronómicos.

El problema que enfrentan esos trabajadores es que un gran porcentaje se desempeña en la informalidad, por lo que en un año sin milongas ni espectáculos de tango, muchos no han podido recibir los subsidios del Estado y la virtualidad no compensa la falta del baile presencial.

«No pueden aguantar más y no tienen perspectivas», afirmó Julio Bassan, presidente de la Asociación de Organizadores de Milongas y vocero de la Asamblea.

Según indicó, antes de la pandemia se organizaban 189 milongas en la ciudad y otras 500 en el resto del país.

La contracara del cierre de escuelas y milongas tradicionales es que proliferan «milongas clandestinas», que se organizan en espacios propios o plazas, mientras no se habilite la actividad de forma oficial.

SIN RESPALDO ECONÓMICO

A fines de 2020, la nación aprobó un protocolo sanitario para milongas, prácticas y clases de tango, pero la actividad no ha sido habilitada por la nación ni por varias jurisdicciones, como la capital.

Los milongueros buscan «una vuelta a la actividad paulatina y escalonada», pero, según explicó Bassan, el Gobierno no les explica las razones por las que no habilita la actividad, no les da un horizonte de proyección y, pese a que no los deja trabajar, no los respalda económicamente.

«Si siguen descuidando al tango, cuando la población esté vacunada y se empiece a recibir turistas, van a quedar las cenizas nada más. Para mantener el patrimonio, es un momento de acompañar a los trabajadores», advirtió Bassan.

Según el Ministerio de Cultura porteño, el programa de financiamiento BAMilonga en 2020 ha entregado 16,2 millones de pesos (unos 193.000 dólares) a 98 milongas.

Pero para Bassan, este programa no constituye «ninguna ayuda específica ni extraordinaria» por la pandemia.

«Es inverosímil que en Argentina, el país del tango, no se está cuidando a esta industria cultural, que tantos miles de millones (de dólares) vale, que es una de las tres razones por las que el turista viene a la Argentina», explicó Bassan, «sobre todo con lo que genera el tango en el mundo» y que repercute en la Argentina.

En tanto, las casas de tango no encuentran muchos usos alternativos de los espacios.

El Querandí, por ejemplo, funciona como restaurante al mediodía, pero hoy le sobra espacio para atender el aforo del 30 % para la actividad gastronómica por el protocolo sanitario.

Esta experiencia le permite afirmar a Ocampo que aunque se habilite el tango con un protocolo sanitario, no podrían solventar los gastos de poner en operación una casa de tango, porque requiere de una ocupación alta para ganar dinero y el público estaría limitado por los aforos existentes.

«Es inevitable visitar Buenos Aires y no pasar por una casa de tango. Es ineludible», dijo Ocampo.

Pero agregó: «No vamos a volver a la actividad hasta fin de año, con suerte. Es nuestra expectativa y planificamos en función de eso».

La consecuencia es que corren los rumores de venta de locales que no pueden soportar cerrados pagando los gastos con recursos propios hasta que se abran las fronteras o la sociedad esté inmunizada. EFE