ALBRICIAS

CATALINA SOJOS

¡Y han llegado las vacunas a este paisito salvaje, en el que las montañas caminan solas bajo la lluvia y se derrumban en las carreteras! ¡Han llegado para el beneplácito de los mezquinos de cuello blanco, que corren a vacunarse como quien busca el premio a su bien logrado poderío! Llegan en medio de la caída de ceniza,  tempestades de rayos, inundaciones de pueblos y ciudades y el consabido descalabro moral al que no estamos acostumbrados.

Entonces sale el desfile bufo y el rebaño enloquece por el pasaporte a su antigua normalidad. Gritan hombres y mujeres porque la página se cayó, porque es una farsa y se quedan con el brazo extendido en pos de la inyección milagrosa. Y es que aquí, en Macondo se ha instalado el Mundo Feliz de Huxley y el realismo mágico es cotidiano. Aquellos valores morales que sostuvieron a la sociedad desaparecieron antes que llegara la peste, únicamente hoy se muestran más evidentes.

¡Sálvese quien pueda! gritan enloquecidos los ciegos de Saramago y envidian a otros pueblos que, disciplinados y obedientes están en vías de vacunación; mientras tanto las chicas siguen contando los billetes infectados en los bancos y el uso de la mascarilla, cada vez más, pierde protagonismo.

Así, en este paisito de sangre en las carreteras y árboles talados, junto a nuestros líderes, celebramos la llegada de la panacea. Prepare su brazo, mi amigo lector, su turno está en lista de espera.