VIEJOS, VEJANCOS, VEJESTORIOS

      Claudio Malo González

¡El tiempo no perdona!, es inclemente para la vejez. El sentido emotivo para referirse a objetos de este cariz es variable; a veces su contenido es negativo y se asocia con inútil e inservible, en otros casos la mayor vejez –su eufemismo es antigüedad- eleva la categoría. Una pieza arqueológica, aunque en sí tenga poco valor, es alabada y su costo se eleva sustancialmente. Al referirnos a objetos que por su vejez son inservibles, usamos el despectivo vejestorio. A un futbolista que por su edad ha perdido bríos, algunos comentaristas dicen “los años no pasan en vano”.

En los seres humanos, la perspectiva es diferente y el elevado número de años en algunos tiempos y culturas era símbolo de alabanza. En organizaciones políticas del pasado, ante difíciles problemas, se recurría al consejo de ancianos. Ancianidad se identificaba con sabiduría considerando que la experiencia era fundamental para el conocimiento, añadiendo la prudencia y serenidad. En nuestros días es frecuente que a personas de este nivel se les considere anticuados e inservibles, ya que sólo consumen y no producen y sus conocimientos obsoletos. La sabiduría está en los que están al día en tecnologías avanzadas, que suelen ser jóvenes.

La pandemia que nos agrede, muestra la edad avanzada merece especial protección y es objeto de privilegios. En la guerra de las vacunas, los de tercera edad tienen prioridad. Los viejos –el eufemismo legal es “adultos mayores”- están en primera línea. Algunos comentan que no tiene sentido, ya que les queda poco tiempo de vida, pero de todas maneras el privilegio está en pie. No cabe olvidar la permanente lucha de la medicina por aumentar la edad promedio, que ha elevado con fuerza la expectativa vital.  Achaque y limitaciones pasan a segundo plano.