A 90 millas

Édgar Plaza Alvarado   

Exclusivamente los muy adinerados lograron salir a cambio de dejar todos sus bienes, los demás obligados a quedarse y soportar otra tiranía más radical extrema y rigurosa. El estilo de vida acostumbrado de consumismo extremo occidentalizado iba en desaparición y la pobreza aumentaba con la guía del bufón más grande de la segunda mitad del siglo 20, Fidel Castro, su hermano Raúl y el sicópata asesino Che Guevara. Así se vivía en la cuba de hace sesenta años.

Una fuerza de excursión pagada y propiciada por los Estados Unidos de Norteamérica llegó a sacar del mando a los autores del llamado Humanismo que los ensalzadores de la época comparaban con el jesucristianismo y el mesianismo, pero no imaginaron el comunismo escondido en las barbas de sus “redentores”. Para entonces los mejores guerrilleros cubanos estaban asesinados –como el Señor de la Vanguardia, Camilo Cienfuegos– o presos –como el comandante Hubert Matos–.

En solo 72 horas y sin apoyo aéreo prometido por USA, que finalmente dejó a su sino a los anticastristas, la invasión fracasó y fue controlada por los fidelistas y su grupo de mañosos que aprovecharon para cambiar por herramientas de agricultura y tractores a los vencidos. Los cubanos en Miami jamás olvidarían ni perdonarían esta humillación al presidente Kennedy que pudo desaparecer con un naciente comunismo a 90 millas mismo de allí. En la batalla se constituyó en héroe el general Arnaldo Ochoa, fusilado por Fidel Castro 3 décadas después por un asunto de mal pago por la cocaína que llegaba de Colombia hacia EE.UU. De la ocasión se valió Fidel Castro para declararse ahora sí abiertamente socialista (que negó reiteradamente años y hasta comulgaba, blasfemando al catolicismo) y oficialmente buscara amparo en la URSS lo que hundió para siempre el sueño del cubano de libertad y dignidad con justicia y sin pobreza; él sí convirtió, con la esclavitud de la hambrienta Cuba, en uno de los más ricos del mundo.

He ahí una muestra del socialismo del siglo que fuere que solamente empobrece y oprime, que los desubicados desean repetir. (O)