Un museo de juguetes y artículos del siglo pasado en la Convención del 45 invita a recorrer el pasado

Juan Flores empezó a coleccionar juguetes de lata hace más de 15 años. Xavier Caivinagua/El Mercurio

Hace un poco más de 15 años Juan Flores Quezada empezó a coleccionar juguetes de lata, pues con solo mirarlos los recuerdos de su niñez volvían. Su madre, Zoila Quezada, ya conocía sobre el arte de la colección, y por ello guardaba diversos objetos antiguos. Y Juan, con el afán de continuar ese gusto, inició con la adquisición de los artículos lúdicos.

Con el paso del tiempo, el hombre, hoy de 51 años, no solo se quedó con los juguetes, sino que encontró afición por los teléfonos de disco y mármol, así como en las lámparas, figuras religiosas, en la tecnología de entonces que hoy considerada como obsoleta y, sin darse cuenta, sus cosas aumentaron poco a poco.

Para evitar que los objetos se amontonaran, Juan pensó en un museo, como los que había visto en México a través de YouTube. Allá los coleccionistas hay por cientos y cada vez que pueden comparten su afición mediante videos e imágenes que están disponibles en las redes sociales.

Su colección de objetos se ha diversificado con el paso del tiempo. Xavier Caivinagua/El Mercurio

Fue así como surgió la “Casa Museo Zoila Quezada”, un espacio ubicado en la segunda planta de la vivienda de Juan. Compuesto por cinco salas, el coleccionista adecuó las habitaciones para exhibir los miles de objetos que atesora.

“Cuando vi que todo estaba amontonándose me dije que debía poner un museo. Había visto de otros coleccionistas y aprendí, y desde hace tres años tengo mi museo, que también tiene el objetivo de ayudar a los niños con cáncer”, dijo Juan a diario El Mercurio.

El coleccionista puso un valor para entrar al lugar, dado que aspira que sea sostenible, y porque la mitad del dinero recaudado es destinado a los niños enfermos de cáncer.

Regresar al pasado

Adentrarse en la Casa Museo Zoila Quezada es encontrarse con una infinidad de objetos: en primera instancia, luego de subir por las clásicas escaleras sin pasamanos, el visitante se encuentra con un dormitorio en el que reposa una cama con barrotes de madera en cada esquina, rodeada de lámparas y cuadros.

A un lado está la cocina y hacia el otro un cuarto grande que guarda relojes, figuras religiosas y un poco de juguetes. Hacia atrás está el espacio donde reposan cámaras del siglo anterior, consolas de video, celulares, walkmans, grabadoras. Y mucho más atrás están los juguetes.

Entre sus pertenencias se destacan los juguetes antiguos. Xavier Caivinagua/El Mercurio

“Lo que más me gusta de los juguetes es su historia. Uno se pregunta qué hay detrás de esos objetos, qué niño lo tuvo, cuál fue su historia. Me gusta que la gente que nos visita regrese en el tiempo al ver esos juguetes”, afirmó Juan.

Y el objetivo del coleccionista se cumple: al observar las figuras viene la sensación de regresar al pasado, a esa niñez en que los juguetes eran diferentes.
Reactivar el barrio

El museo está en la Convención del 45. Para Juan, su ubicación tiene la finalidad de reactivar el barrio, pues permanece silencioso. Una gran parte de los negocios que había en la zona desaparecieron con las obras del tranvía, y desde entonces se ha mantenido así.

De a poco, los visitantes, que por la emergencia sanitaria son más de la localidad que del extranjero, llegan a la casa museo para que Juan les cuente la historia de cada uno de los objetos y juguetes, y así por un momento hacerles volver a su niñez. (I)