Una bocanada de aire

Claudia Acosta A.

Hace unos días, reunidos fuera de la casa de mis papás, todos con mascarillas, frascos de alcohol en las manos, jugábamos cartas con mi sobrino de 12 años, éste muy entusiasta nos contaba su regreso a clase de dos días por semana, al momento nos dice: “con permiso me voy a levantar a respirar” ¡Entones se levanta se va más allá, se saca la mascarilla y respira profundamente como si esto fuera un regalo del cielo!, de regreso nos cuenta que, en el aula de clase, cada vez que un niño tiene la necesidad de “respirar” sin mascarilla, pide permiso para levantarse, ¡salir de clase y sí, respirar a sus anchas! Qué situación tan extraña pienso, parece sacada de una película de ficción que seguramente yo no la hubiera pensado jamás como una realidad…

Sin embargo, es la realidad que tenemos al momento: distanciamiento social, uso de mascarillas; un apretón de manos, un abrazo, ni pensarlo; todos tenemos miedo, somos agentes silenciosos de un virus que no vemos; el aire, los otros se volvieron peligrosos, usamos mascarillas que no nos permiten reconocernos, en los ojos miedo, tristeza, en la boca, silencio… y bueno mi intención aquí no es nombrar lo que ya todos sabemos, la pregunta es ¿qué vamos hacer con todo esto?

¿Hemos aprendido realmente la lección que esta pandemia nos trajo y nos sigue dejando?, ¿discernimos de verdad lo realmente esencial de lo superfluo e innecesario? ¿estamos conscientes de que el aire, el agua, la tierra, elementos esenciales para la vida son finitos, de que necesitamos mantenerlos y cuidarlos?  ¿reconocemos de verdad lo que nos trae bienestar?

Quizás muchos todavía tenemos la visión errada de la felicidad como un logro, una meta a alcanzar, un ser humano siempre deseoso de algo más, carente, inconforme, necesitado… al mercado del capital, a la economía de consumo, les beneficia esta idea de escasez y necesidad, si no la hubiera sus potenciales clientes se perdieran… un ser humano insatisfecho, confundido o incluso saturado, saturado a tal punto que nuestros sentidos dejan de distinguir, no pueden discernir qué les gusta y qué no.

Y así la vida se nos pasa en busca de fantasías y cuentos de hadas, mientras ¡lo cotidiano, lo rutinario y normal se nos va de entre las manos!… de pronto esos abrazos y besos que los considerábamos tan gratuitos no son posibles ya… acercarnos, tocarnos, vernos los rostros, lo dábamos por sentado, ahora resulta difícil, extraño…y entonces, quizás ya es momento de preguntarnos, ¿qué, de verdad nos trae felicidad y bienestar?, seguramente muchos coincidiremos que anhelamos la vuelta a esta sagrada cotidianidad! A la simplicidad no tan simple al parecer de lo que cada día nos trae: el sol que sale, la lluvia que cae, la cercanía del hijo, la sonrisa del padre, el abrazo de la madre, una bocanada de aire… (O)