La banalidad política

Alberto Ordóñez Ortiz

Tal como van las cosas, se podría decir que, en materia electoral, la banalidad se ha erigido en el centro de la que por ahora resulta una actividad nada edificante. La desconcertante trivialidad que es la que guía la campaña electoral, refleja en el espejo de nuestra realidad, la profundidad del vergonzante nivel al que se ha descendido. Ya no hay para donde más.

La aplastante información admitida por el propio Arauz de que hasta hace poco fue subordinado o, como dice el pueblo, “cocolo” de Moreno, permite varias lecturas: que los ataques de Arauz en contra del que le daba de comer, ponen de relieve su afrentosa deslealtad y que no es, precisamente Lasso el que se había entregado a Lenín. Nada lo prueba. El hecho de que Arauz se haya mantenido en el servicio público por una decena de años, laborando, tan solo un par, revive la extinguida especie de los “pipones”, -de los que cobraban sin trabajar- ¿se acuerdan?; pero éste, hay que reconocerlo, es un pipón especial, pues cobró cerca de 30 mil dólares por venderse al diablo, amén de otras “limosnas”. Entonces, no hay duda que es un pipón con yapa.

Con el tik tok –ese devaneo perléptico e insulso- con el que ahora se engatusan votos, la mediocracia política ha logrado que el producto interno bruto se haya vuelto más bruto, principalmente a causa de intervenciones del candidato del correísmo, quien, por su pública vagancia y bajo el entendido de que órgano que no trabaja se atrofia, a duras penas alcanza a hilvanar, –saltándose una línea-, un par de mal pergeñadas oraciones. Que dicen y no. En mi artículo anterior dije que en el debate tanto a Arauz como a su contrincante se les vio chiquitos. Sin embargo, los medios dicen que Lasso va imponiendo su presencia, como la de sus propuestas, por lo que tendríamos que concluir que está creciendo. Veamos si es cierto.  (O)