Corrupción “capital”

La capital de la república, Quito, se ha caracterizado por la frecuencia en elegir alcaldes de alta categoría. Jacinto Jijón, Rodrigo Paz, Sixto Durán, Jamil Mahuad, Paco Moncayo, son algunos nombres. La honestidad en el manejo de fondos públicos y la notable visión planificadora, aparte de la honestidad, ha sido una peculiaridad. En la “peste” del populismo el actual alcalde fue elegido y hace pocos días un grupo de concejales ha pedido su destitución debido a denuncias sobre la actitud de uno de sus hijos que ha manejado el tráfico de influencias en complicidad con compañías extranjeras. Las denuncias e indicios son sólidos para un juicio con sanciones similares a las del correato.

El internet y los teléfonos móviles proporcionan agilidad en comunicación y solución de problemas, pero no faltan pillos que han recurrido a esta tecnología para “optimizar” sus malas artes. El chateo -palabra inglesa que ha desplazado a la conversación y chismorreo- se ha intensificado, pero, pese a la viveza de los corruptos dejan huella. Un chateo entre el anterior contralor, prófugo y el presidente de la asamblea, destrozó la imagen de este político que ha pasado a un segundo y desconfiable lugar. Salieron a luz chateos de uno los hijos del actual alcalde en los que se hablaba de manejos corruptos del sector público para facilitar negocios millonarios.

Hay que esperar el desarrollo de los procesos, pero por de pronto muestra la dudosa calidad moral del alcalde populista. Hemos sostenido en las ventajas de la administración seccional sobre el centralismo, una de ellas es que los ciudadanos puedan controlar con más cercanía el manejo de las gestiones. El hecho que comentamos empaña a esta forma de manejo administrativo, pero no afecta a sus fundamentos. La corrupción está en todas partes, lo que importa es detectarla y la manera más eficiente, hasta ahora, de frenarla es el castigo a los involucrados para en lo posible eliminar definitivamente la impunidad como parte de estos negociados.