Cartas

Ana Abad R.

“¡Le lanzo las cartas, señorita!, le miro el pasado, el presente, el futuro. Sin siquiera entender qué me estaba proponiendo, atino, en medio de la sorpresa, a decirle: ¿qué? ¡Le leo las cartas, señorita!, me dice, sin dejar de mostrarme sus habilidades para barajar el naipe… ¡No puede tener más de diez años!, pensé, y aunque me saca una sonrisa, mi corazón se me estruja y un intenso coraje me invade al pensar en las “cifras oficiales”. Mire, mientras le veo las cartas aquí no más, en la banquita del frente, mi ñaña le brinda un caramelito…, si quiere luego le compra melcochas para que llegue con alguito a su casa”; dos pasos atrás, estaba su hermana con una pequeña canasta de dulces, casi de la misma edad, más delgada y con dos trenzas. Seis de la tarde, en pleno parque Calderón, en sus portales, junto a la catedral vieja. ¡Está bien, vamos!, le dije. entonces empezó a mostrar su impresionante capacidad oratoria, de observación y su sentido del humor y espontánea creatividad me hizo reír con gusto y claro que compré las melcochas. Luis y Margarita son tan solo dos de los miles de niños en estado de pobreza que hacen de las calles su única esperanza para conseguir recursos; en un país inequitativo y excluyente como el nuestro ¡no me atrevería a leerle sus cartas!  (O)