El presidente y el centralismo

Casi nunca se habló ni se puso al debate entre los aspirantes a la Presidencia de la República el centralismo.

No es un tema intranscendente, excepto para quienes usufructúan de él en desmedro del resto del país.

Guillermo Lasso, el presidente electo que en cuatro días asumirá el poder, tampoco ha hecho mayores referencias. Él, según dijo, durante sus doce años de activismo político recorrió todo Ecuador. Suficiente como para que haya entendido que después de la capital, donde todo se concentra y se decide, el país es otro; y mientras la distancia es mayor entre una provincia y otra, la realidad, la cruda realidad, también lo es.

El centralismo ha hecho que casi todas las provincias se conviertan en “mendigas”. No solo reclaman, a veces durante años, las rentas que por ley les pertenecen, sino hasta por trámites o decisiones que bien se las puede cumplir dentro de sus territorios. Es un constante y tedioso peregrinaje, y que también consume presupuesto.

El Austro, y dentro de él, Azuay, ha soportado esa vieja y ominosa forma de dirigir al Estado. Se ejerce una vertical administración de la función Ejecutiva. Sus dependencias, aun las que tienen caricatura de regionales, no son más que espacios para la tramitología, buzones de quejas, y cupos para burócratas que llegan con cada gobierno.

La Constitución de 2008 incluyó a las regiones en la división territorial a fin de descentralizar el país. Están claras las condiciones para conformar una región. Pero nadie ha movido un dedo para llevarla a la práctica.

¿Será que el nuevo presidente, que viene precedido de ser un gran ejecutivo en el sector privado, promueva tal regionalización, que también es deber de la Asamblea Nacional y más aún de los prefectos?

Que como parte de las grandes decisiones que deberá tomar Lasso esté la de ponerle freno al centralismo, pero no con “gabinetes itinerantes” ni “visitas en territorio”, sino con acciones que revolucionen la administración del Estado, que demuestren que quien gobierna es un estadista, no alguien que quiere que todo cambie para que nada cambie.