Refugios de la pandemia (10)

Jorge Dávila Vázquez

RINCÓN DE CULTURA

La idea de esta serie fue, desde sus inicios, la de pensar la literatura como un “lugar” en el cual hemos buscado amparo a largo de este tiempo tenebroso de la epidemia más terrible de nuestra época, y seguimos y seguiremos en ese empeño, con el apoyo de Uds. querido lectores.

Hoy iniciamos un nuevo ciclo, hablando sobre CARLOS CARRIÓN FIGUEROA, sin duda, el nombre mayor del relato lojano actual y uno de los autores más destacados de la Generación del 70, que encabeza la Nueva Narrativa Ecuatoriana.

Su dominio del lenguaje, su destreza para el manejo de los recursos narrativos, su habilidad para conseguir que los personajes se muevan y hablen en el mundo ficticio con una admirable naturalidad, la hondura conque los concibe y la flexibilidad con la que los deja vivir sus vidas, todo hace de él uno de los maestros del género épico entre nosotros.

En el último tiempo, Carrión se ha dedicado a tratar un tema delicado, actual y que toca muy de cerca las fibras de la mayoría de ecuatorianos de las clases medias y de pocos recursos, que parecen haber puesto sus sueños en la utopía del viaje a países a los que se considera los Dorados de nuestra historia contemporánea.

El autor ha centrado en España la búsqueda ideal de sus inmigrantes y teje sus historias en torno a los viajes que realizan innumerables soñadores en pos de una vida mejor.

Las siete novelas que se presentaron hace poco, en Loja, LA SEDUCCIÓN DE LOS SUDACAS, en un acto realmente excepcional, giran casi todas, en efecto, alrededor de esa utópica patria y sus realizaciones, que exigen unos esfuerzos desmesurados, que significan, en la mayoría de los casos, un pago demasiado alto para quien intente la odisea.

LA CIUDAD QUE TE PERDIÓ es una de esas historias utópicas, colocada casualmente al final del ciclo, pero que exhibe una serie de características que pueden hacer de ella un punto de partida para nuevos desangres y sagas dolorosas e imaginativas, como ocurre con las viejas epopeyas y su infinito caudal de hijos legítimos y espurios.

La historia de Rolando, su hija Clarita y su mujer Tatiana puede ser la de cualquier familia, en la que el padre accede a que su esposa vaya a otro país en busca de mejor situación económica, sobre todo si se toma en cuenta la baja de las distintas labores entre nosotros y, consecuentemente, de sus entradas. En España, ella vive con su familia política, que la cuida y acompaña. No puede desarrollar sus conocimientos profesionales y se emplea cuidando a un anciano inválido, lo que demanda mucho sacrificio. El esposo, mientras tanto, se dedica a su trabajo de odontólogo y a velar por la pequeña hija, en cuerpo y alma, y los dos viven en amor de la ausente. Hasta la próxima entrega. (O)