Oro

Aurelio Maldonado Aguilar

Este metal amarillo fue siempre fundamental en la vida del hombre. Su color, la ventaja enorme de no oxidarse aun en las más severas situaciones y la posibilidad de moldearlo sin trizaduras, le convirtió, desde tiempos remotos, en fetiches y abalorios inestimables y sagrados siempre adheridos a la riqueza, jerarquía y valores del ser humano. Oro y más oro siempre en la cúspide de lo más precioso y deseo pertinaz de todo hombre. Las olimpiadas, no podían ser excepción y el oro amarillo y brillante es el mayor reconocimiento de los esforzados ganadores. Richard Carapaz, se cubrió de oro y gloria y nos empapó de digno pundonor y orgullo. Pérez el andarín cuencano y Carapaz, dos únicos medallistas olímpicos nuestros, son una especie de hombres superdotados. Ambos de humilde raigambre. Ambos que conocieron el hambre y la pobreza, son seres excepcionales de la naturaleza, que les entregó sin explicación, un potencial físico casi único y preeminente en la especie humana. Los dos menudos de estatura, pobres y mal nutridos con dieta de escasas proteínas, llegaron a ser los mejores del mundo, alimentándose con maíz, fideos, arroz y papas y sin el más elemental cuidado y apoyo del estado o la sociedad para sus glorias deportivas. Grandes del deporte. Grandes del mundo que pasaron mil y un sacrificios para llegar al oro, amparados en un potencial físico único, grandioso e inexplicable. Pero, el país también tiene por otro lamentable lado, personajes que se llevaron nuestro oro de la forma más planificada y cínica y que a pesar de que están comprobadas sus trafasías, se dan el lujo de presentarse a los tribunales que los acusan, insolentes e iracundos. Ver como se sacan los cueros al sol todos estos truhanes de la política y el Estado, tratando de evitar la flama de la justicia que les llega y sofoca. Sinvergüenzas que aseguran que el desvanecimiento de glosas es normal, pero claro, el Estado pierde y ellos, coimeros insignes, ganan millonadas. Es definitivamente claro el sistema organizado que siguieron con el sabandija ladrón, prófugo y delincuente belga que todo lo dirigía y que todo lo que tocaba o emprendía fue un fracaso y fuente de corrupción inigualable, que nos costó miles de millones de nuestro exiguo erario. Hoy nos toca juzgarlos, pero estamos en una encrucijada fiera, pues, el sistema judicial hace agua y perdona, cambia fallos a su favor y libera corruptos, que siguen enquistados haciendo de las suyas en nuestra política y Estado. (O)