Descontento por doquier

Eliécer Cárdenas E.

                                     

_ Como dice la canción popular ecuatoriana: “En la vida nunca hay calma, el contento nunca dura”, el “cedacito nuevo” del Régimen que comienza su andadura, va mostrando las primeras grietas del descontento, como no puede ser de otra manera en un país en el cual las cosas se hacen mal, tarde o nunca._ Convengamos en que el gobierno del señor Lasso hace esfuerzos para conjurar los hasta ahora pequeños brotes de protesta y descontento. Por ejemplo, a los gobiernos seccionales se les ha entregado recursos, que los necesitaban y que los ciudadanos esperan que esa plata se revierta en obras, pero no de relumbrón ni para prestigio de burgomaestres ansiosos de reelegirse, sino en obras esenciales y hasta elementales en algunas ciudades y cantones, como mejores servicios básicos, saneamiento ambiental, recolección de basura y otras cositas que son más importantes que canchas deportivas o programas turísticos de dudosa efectividad, que deberían hacer los empresarios del ramo.

_ Mientras algunos “profes” se desangran y hacen huelgas de hambre para exigir el cumplimiento de beneficios soslayados, los pequeños productores bananeros siguen con su eterna lucha porque se les reconozca mejores precios para la fruta. Todavía se espera que el Ministerio de Transporte y Obras Públicas haga la obra más que pública, necesarísima y urgente, de focalizar los subsidios al combustible para el transporte público, pesca artesanal y otros sectores afectados por la liberación del precio de los hidrocarburos.

_ Por ahora, la entente entre el gobierno de Lasso y la bancada de Pachacutik en la Asamblea Nacional continúa durando, pero no sabemos hasta cuándo, quizá hasta cuando, como se dice popularmente “las papas quemen” y se produzca una confrontación entre el sector indígena y el Gobierno.

_ Como telón de fondo de esta situación, la inseguridad se ha vuelto crónica, y las muertes por sicariato son un amargo pan de cada día que amenaza con volver al Ecuador en un “Estado fallido”, como los gringos y los europeos suelen calificar a los países que no se ajustan a sus parámetros convencionales, cuando, por ejemplo, gran parte de la culpa del narcotráfico, se halla en los países desarrollados. (O)