Psicólogos cuencanos activan las emociones de los niños con juegos

La lectura también fue parte de este proyecto con la gamificación. Xavier Caivinagua/El Mercurio

Si de algo está seguro un grupo de investigadores de la Facultad de Psicología de la Universidad de Cuenca es que sin la inteligencia emocional, el rendimiento de los niños disminuye considerablemente. Sin la capacidad de expresarse, percibir y de gestionar sus emociones, los infantes terminan guardándose una serie de sentimientos que pueden deteriorar su salud mental.

Y ello ha sido una preocupación para los psicólogos que desde hace varios años investigan sobre lo que sucede entre los niños. Esa intranquilidad ha aumentado en medio de la emergencia sanitaria, debido a que los menores de edad, con la suspensión de las clases presenciales, han estado encerrados más de un año y medio.

Ante la realidad actual, la Facultad de Psicología dio paso a un proyecto que tuvo como objetivo trabajar en la inteligencia emocional de los niños que cursaban el cuarto y quinto de básica en las unidades educativas Manuela Cañizares, Ricardo Muñoz Chávez, Isabel Moscoso y Remigio Romero Cordero.

“La interacción social, el compartir, el conocer a otras personas sucedía cuando teníamos actividad presencial. Ahora nos conectamos 40 minutos y chao, no sabemos cómo están, no sabemos si están socializando”, dijo David Tacuri, coordinador del proyecto.

Lo que hicieron los investigadores fue romper el esquema que ahora se siguen en las clases virtuales y tratar, a través de la llamada “gamificación”, a las emociones. ¿Cómo entender las emociones que siento?, ¿Cómo entender las emociones de las otras personas?, fueron algunas de las preguntas que se plantearon y se respondieron a los niños.

Los padres de los participantes del proyecto también fueron parte de ese intento por dar cabida a las emociones y tratarlas con la importancia que se merecen. “Lo que dijimos a los padres fue que hay que saber escuchar lo que se dice y lo que no se dice. Hay que entender el lenguaje verbal y no verbal de nuestros hijos. Allí se refleja su condición emocional. No hay que satanizar a las emociones. Por ejemplo, si estoy triste, pues hay un momento para valorarlo, si estoy enfadado, hay que entender el por qué”, agregó Tacuri.


Leer

Como parte del proyecto también se incluyó a la lectura, ya que el proceso de aprender a leer está muy ligado a la interacción entre el estudiante y docente.

Sin embargo, sin actividades presenciales, la enseñanza ha tenido que cambiar, por lo que estudiantes de psicología fueron parte de una serie de sesiones en las que se usaron procesos, que también se relacionaban con la “gamificación”, para impulsar la lectura y su aprendizaje entre los niños.

A través de plataformas digitales, los niños interactuaron para codificar y decodificar, por ejemplo, el sonido con su grafema, la relación entre palabras. Los juegos de laberintos, el ahorcado, historias contadas con pictogramas fueron claves para acercar a los menores de edad a la lectura.

“Supimos por los propios padres que los niños estuvieron contentos, que le encontraron un gusto por la lectura, porque no era solo el leer, sino el identificar las emociones. Para nosotros es importante que la universidad nos ayude porque los niños pueden alcanzar destrezas que vienen arrastrando desde años anteriores”, opinó Marcia Álvarez, subdirectora de la escuela Manuela Cañizares. (I)