Palabra y bala suelta….

No tienen vuelta dice un antiguo refrán. La aparición o invento del lenguaje que organiza palabras como portadoras de ideas es un hito fundamental en el desarrollo de la humanidad que contribuyó al distanciamiento de nuestra especie de las otras del reino animal consolidando su condición de “sapiens”. Las palabras expresan pensamientos que van más allá de la designación de objetos materiales y ponen de manifiesto la posición filosófica y política de quienes las dicen con relación a múltiples problemas incursionando en ámbitos como la moral relacionada con la política. Como seres pensantes tenemos capacidad de elegir entre diversas opciones y dar a conocerlas mediante el lenguaje.

Hace casi un mes una asambleísta de Pastaza pronunció una frase que causó revuelo; no fue en una conversación particular sino en una reunión política de la agrupación a la que pertenece, micrófono en mano con toque de oratoria. La tecnología contemporánea conserva las palabras como se dijeron, evitando problemas de interpretaciones. Lo dicho, dicho está. Para el común de las personas suena su frase como una aceptación del robo, siendo lo malo dejar huella. Si roban, roben bien. La clásica afirmación “me sacaron de contexto” carece de sentido, peor la de que, siendo un quechua hablante, las ideas se confundieron.

Arriesgado sería interpretar como incitación al delito. Queda en claro que en intervenciones de esta índole hay que tomar en cuenta el sentido global de las frases y usarlas en forma apropiada para que respondan a las ideas. El escándalo ha sido mayúsculo sin que falten interpretaciones humorísticas. La idea de que estafar al sector público en el desempeño de funciones se tiende a considerar “normal” como aprovechamiento de la oportunidad de la vida. Hay que esforzarse en considerar que un “robo” al sector público es más condenable que al privado, que el bien común está sobre el individual.