¿El cinismo es necesario?

Ibrahim Rodríguez El Khori @Rodriguez_Khori

La conceptualización del cinismo modero ha permutado significativamente del clásico… y es que ahora se ha vuelto una ofensa direccionada hacia la ironía, la cual muchos consideran uno de los mecanismos de interacción social más avanzados, sin embargo, las raíces de esta escuela filosófica nacen más allá que un breve comentario alevoso dentro de una plática casual.

Existen dos figuras significativas que demuestran el progreso conceptual que se ha generado en torno al cinismo, estas son Diógenes de Sinope y Henry Louis Mencken.

Diógenes, apodado como el perro, se caracterizó por ser la imagen más fuerte de esta corriente. Considerado por muchos como loco o excéntrico, este filósofo marcó los pilares para el anarquismo simbólico. Su cosmovisión se plasmaba en el rechazo a los patrones de conducta que implicaban los conceptos de riqueza y bienestar.

Al ser el primer filósofo que puso en práctica en su totalidad los valores profesados por la escuela cínica y en concordancia con los mismos, decidió desprenderse de todo lo que no era indispensable, a tal extremo que llegó a vivir en una tinaja junto a varios perros.

La idea de “viajar ligero” tiene mucha coherencia como una contraparte hacia la realidad que se experimenta en un mundo donde la hiperproductividad, de carácter económico y el utilitarismo material prevalecen como una virtud y no como una enfermedad. De acuerdo con Diógenes podemos percibir algo cercano a la felicidad en el momento en el que no aspiremos a nada, ya que sin expectativas no habrá desilusiones y por lo tanto no se percibirá “tristeza”.

Por otro lado, Henry Louis Mencken, periodista y escritor nacido 1880 es uno de los personajes más representativos del cinismo moderno. El utiliza esta herramienta literaria como una coyuntura cruda y cómica para sacar a flote aquellos hábitos, muchas veces colectivos que, en ocasiones, son normalizados de manera global. Con su obra denominada “Prontuario de la estupidez humana” se muestra su percepción de la realidad.

Las sátiras son necesarias para percibir condiciones que no han sido cuestionadas, pero, ¿cómo tomarnos con un humor una ofensa dirigida hacia nuestras costumbres más incorruptibles? Pues para Mencken esto es sencillo de sobremanera, no hay distinción hacia ningún gremio, credo o filosofía. Todos son material para reformas y por lo tanto críticas con un toque de humor.

Se llega a un claro dilema… ¿el cinismo es necesario? Considero que sí, pero con tacto. No podemos acoplar corrientes filosóficas enérgicas en un estado de conciencia como el que tenemos. En un sistema liberal, en términos políticos, la idea del cuidado, la colectividad y la condescendencia serían impedimentos dentro de los principios individualistas del cinismo, al igual que la percepción de lo políticamente correcto al momento de referirnos a terceros.

La esencia cínica está al borde de la extinción. La valoración de ciertos ejes transversales de esta corriente podría brindarnos la oportunidad de desprendernos de las ilusiones materiales que brinda el sistema económico al que estamos expuestos, además de facilitarnos entender el estado de otredad, sin establecer prohibiciones con respecto a las prácticas vivenciales, esto sin también llegar al extremo de normalizarlas. (O)