Consulta sobre un crimen

Edgar Pesántez Torres

No hay que admirarse de que los gobiernos acudan a figuras constitucionales para que el mandante sea quien decida sobre cuestiones fundamentales para la convivencia social, sin importar cuantas veces sean necesarias si aquello contribuye para vivir en armonía y en paz. Pero jamás como instrumento disuasivo a las dificultades coyunturales, situación que desafortunadamente ha sucedido periódicamente.

Cuando la necesidad urge y las circunstancias demandan, la Consulta Popular es un mecanismo legal, reconocido y regulado con carácter excepcional por la ley constitucional del Estado democrático, que permite al poder público someter a voto del pueblo la decisión final sobre un asunto de Estado de trascendencia económica, política, social, jurídica, moral, ética, religiosa o de otra índole.

En vista de la Constitución de Montecristi llevó a una crisis en el país, el actúa gobierno prometió en campaña someter a consulta temas como la que promovió el Comité para la Institucionalización de la Democracia: eliminación del CPCCS, transformación de la Asamblea Nacional con la disminución considerable de asambleístas y reasignación de funciones a dos cámaras, y, dotar de autonomía constitucional a la Fiscalía General de la Nación.

Si es cierto que estas reformas no admiten mayor disquisición, no son las únicas ni las más importantes. De hecho, se anuncian otras y unas terceras quedarán rezagadas; no obstante, la más importante debería ser preguntar sobre la conveniencia de una nueva Carta Magna que sustituya a la ideologizada y maltrecha, y no únicamente para zurcirla.

Hay asuntos que van más allá de la institucionalidad y tienen que ver con la conciencia y la moral individual y colectiva. Entre ellos está que tiene que ver con los derechos a la vida. Nadie más que el fuero interno de cada persona y la conciencia social para decidir sobre la interrupción de la vida intrauterina, por no decir del asesinato. Es un tema sensible que debe preguntarse al pueblo, al igual que los de la eutanasia, ‘matrimonio’ grey o pena de muerte.  

Lo más abominable a los crímenes es la anuencia cómplice y sórdida de una sociedad cetrina que acepta como un mal menor o como un remedio benéfico el laissez faire et laissez passer. Al hombre no lo hacen cambiar las verdades científicas, sino las verdades espirituales y morales, que son las que nuestra época niega y escarnece. Me rebelo a la abyección moral por miedo a que me censuren aduciendo vivir tiempos postmodernos.   (O)